Iba camino a casa, me moría
de ganas de ver a mi hija María, sentía como si no la hubiera visto desde hace años
después de haberme ido por 2 meses fuera de la ciudad. Caminando por la calle ,
mi ojo izquierdo capto algo diminuto en movimiento, y al prestar atención pude
ver que era un caracol subiendo unas escaleras, recordé que María amaba los
caracoles, siempre tenía que cuidarla porque si llegaba a encontrar uno, le
encantaba metérselos a la boca, como batallábamos su madre y yo para que dejara
de hacerlo, bastaba con que la dejáramos sola 5 segundos para que ya tuviera otra
cosa en la boca que no fuera comestible, cuando recordaba eso, sentí un aleteo
sobre mi cabeza haciendo sombra en el suelo, y vi que era un pájaro de un amarillo sorprendente cantando mientras pasaba y eso me hizo
recordar que le gustaba pretender también que los animales e insectos podían
comunicarse con ella y que me dijo, “también lo pueden hacer contigo papi”, y
me rogaba que platicara con ellos todo el tiempo, tenía que admitir que a veces
se me dificultaba inventar un tema de conversación cuando le hablaba al perro o
al abeja que acababa de pasar, pero ella me creía y se reía desbordando
felicidad cada vez.
Apresure el paso para
llegar cuanto antes, y pude ver que en la casa cruzando la calle tenía un
bonito jardín con muchas flores y de colores brillantes, me acerque para
admirarlas un poco más, me moría de ganas de arrancar unas cuantas para llevárselas,
pero no quería arriesgarme a que el dueño me viera de nuevo, pero por lo menos las quería oler, me acerque para
hacerlo con la más grande cuando de repente salió una mariposa hermosa de ella,
era la mariposa más bella que había visto nunca, y en eso recordé que el cuarto
de mi hija estaba repleto de ellas, de todos los colores, tipos y tamaños y a veces por esa razón su madre la llamaba “mi pequeña
mariposita”, recuerdo cuando las pinte en las paredes de su cuarto y como me
indicaba de qué color quería que fuera la siguiente y como cambiaba de opinión cada
vez; la mariposa revoloteo sobre mi cara y elevo su altura hasta que ya no pude
verla por la luz del sol.
Ya no caminaba,
estaba casi corriendo por la emoción de verla de nuevo, iba tan distraído que
casi caigo de la banqueta a un charco gigante, alcance a sostenerme de un
poste, y pude ver mi reflejo en el agua mientras agradecía no a ver caído en ella
y en eso recordé de como en una noche de mayo, después de ver llover sentados
en el porche, María y yo nos pusimos a buscar charcos en el
pavimento y ella decía que el que encontrara el charco más grande ganaría, y le
pregunte qué era lo que ganaríamos, y sin contestarme corrió a buscarlo, a ella
no le importaba ganar algo solo le gustaba hacerlo, cuando ella encontró el mas grande vimos como las nubes y nuestros rostros se reflejaba en él y
como ella dijo que teníamos los ojos del mismo color, pero que los míos eran
más bonitos y yo le dije que eso era mentira, y que los ojos de ella solo los
tenían las princesas, y me pregunto qué de que eran los míos, y mientras
pensaba en la respuesta ella me dijo que eran los ojos de un príncipe; recuerdo
que después de eso dijo que necesitábamos un castillo y señalo al árbol de
enfrente y dijo que la única manera de llegar a él era caminando sobre el
charco, corrimos haciendo saltar muchas gotas y cuando llegue al árbol note que
ella no se hallaba a mi lado y vi que seguía parada en el charco viendo sus
pies y cuando me acerque a ver qué era lo que pasaba, me dijo “mira papi parece
que estoy caminando sobre el cielo” mientras veía el reflejo.
Seguía sostenido del
poste cuando empecé a notar que ya estaba
empezando a atardecer, salte el charco y corrí a toda velocidad, me
acorde de un camino que me llevaría más rápido, tenía que pasar por un pasillo
muy largo pero llegaría en menos tiempo. Mientras corría, escuche como los
grillos cantaban y como el eco hacia parecer que había millones de ellos, y recordé
cuando María me despertó en medio de la noche una vez diciéndome que los
grillos le pedían ayuda allá fuera y que querían que la princesa fuera con el príncipe,
solo por hacerla feliz salí con ella al patio a buscar grillos, nunca
pudimos encontrar ninguno aunque los escuchábamos y termine llevando a María
rendida en brazos a su cama.
Terminando el pasillo
vi que en la esquina había una farmacia y recordé como después de que cazamos
grillos se enfermó y tuve que ir por sus medicamentos; seguí corriendo, y pase
por la tienda de juguetes favorita de María, y recordé como una de las muñecas
era idéntica a mi hija, y que se la compre pensando que eso la haría sentir
mejor, y que le explicaría que tenía los mismo ojos de princesa que ella y recordé
que cuando llegue la vi dormida en su cama sin color los labios y que
coloque la muñeca a su lado.
Por fin estaba a nada de
llegar a María cuando tan rápido como un parpadeo recordé todo de golpe, recordé
el porque me había ido por 2 meses, el porque me moría de ganas de verla y sentía
como si no la hubiera visto en años y parado enfrente de la casa por fin, di la vuelta y
agarre el primer camión que se me atravesó fuera de la ciudad.
Comenzaremos por el final, dice Quiroga en el Manual del perfecto cuentista: "Me he convencido de que, del mismo modo que en el soneto, el cuento empieza por el fin". El cuento empieza donde termina y eso me gustó, pero también me di cuenta que repites mucho la "y" por ejemplo donde dices: Terminando el pasillo vi que en la esquina había una farmacia y recordé como después de que cazamos grillos se enfermó y... el resto del párrafo, además podrías hacer uso de algunos sinónimos para evitar repeticiones como: recordé. Ésto lo mejoraría.
ResponderEliminar, además