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12 febrero 2013

Rose

     Una vez un viejo rey invito a varias soberanas de diversos reinos a su palacio, para que su joven hijo eligiera esposa.
     El padre del príncipe le dijo que debía entrar en las habitaciones donde se alojaban cada una de ellas. Y ver cuál era de su agrado. Si elegía a una de ellas, debía hacer un juramento como una señal de su elección a su futura esposa. El joven soberano visitó los cuartos, todas eran bellas, agraciadas, eran jóvenes princesas eh incluso algunas jóvenes reinas en busca de marido, pero aun así no se había decido por alguna. Llegó al fin, hasta la última habitación, la última puerta, cual traía adornado en su fachada una bandera; cual diseño llevaba el color dorado en su tela y como insignia un oscuro dragón, representando así al país perteneciente de la soberana que allí se hospedaba
     Dentro se halló a una joven doncella, aún más bella que las anteriores. El joven soberano quedo maravillado de tan esplendorosa figura. Cautivado se arrodilló ante la desconocida, tomó sus pequeñas manos entre las suyas, contempló aquellos cielos celestes, junto aquellos soles dorados que mecían de su cabeza. y con voz solemne le dijo:
     -Oh, por favor sublime dama, decidle a este humilde siervo de vuestro ser, quien sois vos, y os juro que seré devoto fiel de la esplendente soberana que yace en esta morada.
     Ella le contestó – Lo siento señor, yo no soy soberana alguna, no soy mas que un humilde sirviente de mi ama, la soberana a quien vos habéis jurado tales palabras-
     -¿Quién es entonces vuestra ama? ¿Quién es entonces la soberana invitada a estos aposentos?-
     -Supongo que vos me buscáis a mí.- Dijo una voz ajena.

     En la habitación hizo aparición una mujer, de baja estatura, delgada, con una gran nariz, tan larga como la de los cuervos, cabeza achatada, con un ojo notablemente más chico que el otro.
     La mujer con una sonrisa socarrona, le dijo: Aunque vos no me llega a talones, acepto vuestra propuesta. Está claro que soy una bella mujer, sin igual, tanto como lo es mi simpático carisma, es obvio ver la razón de su elección .
     El príncipe, se sintió morir. Sin quererlo se había comprometido con tan horrible mujer. De inmediato fue con su padre, confiado de que no daría por valido éste matrimonio
     –Hijo mío, vos habéis hecho un juramento a una dama, a un reino entero, por vuestra imprudencia, no me dejas más remedio que hacerte cargar con esté yugo, como castigo tendréis que casarse con lady rose, reina del reino del dragón- sentencio el viejo soberano de aquellas tierras
     El joven príncipe abatido por la respuesta quiso insistir, pero su padre le amenazó con desheredarle de su título de realeza, eh incluso desterrarlo del reino sino se casaba con la reina.
     Una vez casados, se mudaron a su propio castillo. El príncipe en un principio vivió afligido, no quería ver a la mujer que culpaba de sus desgracias, pero de alguna forma, rose con su carácter despreocupado, amable y su gran picardía, se ganó al príncipe. Se hicieron buenos amigos. El príncipe se dio cuenta que podía platicar con ella de una forma más libre, abierta y sincera que cualquiera de sus más allegados. La reina era consiente que no era amada pero no por esto se sentía rencoroso, ella trataba de ser un apoyo para su marido, por lo menos hacerlo sentir más cómodo con su relación. Y aunque se llevarán bien, el joven soberano no podía evitar sentirse acongojado en las grandes fiestas a las que asistían, se avergonzaba al ver a los demás soberanos acompañados de sus hermosas parejas, mientras que él tenía que presentarse con su narizona esposa.
     Y nada avergonzada, su compañera aceptaba gustosa las invitaciones que los demás hombres le ofrecían con la intención de causar una burla disimulada para el príncipe y la reina, ella encantada formaba parte del chistecito, es más una que otra vez lanzaba una broma sobre su propia apariencia, al final en vez de terminar en vergüenza se ganaba a los presentes con su hermosa personalidad, y todo aquel que hubiera querido agobiar a su esposo terminaba por olvidar ése deseo .
     Un día llegó a su hogar una carta diciendo que el rey había enfermado y que parecía estaba en las últimas. Cuando fueron a visitarlo, el viejo rey los recibió con gran júbilo. Hasta bromeo gustoso con la picara reina quien dijo un comentario sarcástico: diciéndole que tenía prohibido morirse ya que aún debía fastidiarle la vida a su joven hijo.
     Todas las mañanas la joven reina venía con un ramo de flores de las más sublimes y hermosas que había en el reino, acompañadas siempre por una humeante taza de té. Pronunciando siempre alegre la siguiente frase:
     A vos le gustáis las flores, y una buena taza de té. Y no hay mejor remedio que contemplar y hacer las cosas que nos agradan.
     A si el rey mejoró, y para sorpresa eh intriga de muchos se curó completamente de la enfermedad que lo aquejaba. Como celebración se realizó una gran fiesta, se invitaron a todos los habitantes de reino eh incluso a nobles de lejanos países.
     Allí en el baile, se presentó con paso elegante, pero tímido en su andar, una hermosa princesa, de ojos color miel. Que desprendía en su mirar un brillo estelar de inocencia, cabello largo oscuro azabache como el crin de un caballo salvaje, piel blanca, cual pétalo de rosa, que se sonrojaba al dilatar sus labios en una tímida sonrisa.
     El príncipe se enamoró al instante de la dama. Sin dudarlo la invitó a bailar, todos observaron con encanto la escena, acepto rose, quien contemplaba llena de tristeza la escena, le dolía saber que nunca sería amada como ella amaba al príncipe .cuando termino la fiesta el príncipe desconsolado se despidió de la princesa. Fue con su esposa, quien lucía deprimida, él le pregunto qué le sucedía y ella dolida le contesto:
     –Vosotros dos parecían, un par de bellos cisnes danzando un vals de amor… y yo era la gallina quien no lo puede alcanzaros a vos, porque no puede volar y tampoco nadar, y si lo intentará terminaría ahogada al acercarme al lago o estrellada contra el suelo si intentará volar. Le concedo su libertad joven príncipe, no se preocupe hablare con vuestro padre, para que no haya represalias. Eh entendido que vos, sois del tipo que ama la belleza de una mariposa y que no puede amar el corazón de una oruga. -
     La joven reina regresó a su reino y a pesar del dolor, le dijo al príncipe que podía contar con ella como una amiga más.
     El príncipe se casó con la princesa dueña de su corazón, y juntos tuvieron una hija. Cuando cumplió los quince años, la hija de los dos soberanos, enfermo gravemente. Preocupado el rey como el príncipe mandaron llamar a los mejores médicos que había dentro y fuera del reino, pero fue inútil. La princesa día con día se debilitaba.
     Un día, a las puerta del palacio se presentó un joven de aspecto, desaliñado, sucio, andrajoso, un mendigo quien decía que podía curar a la doncella, pero los soberanos no lo dejaron pasar. A pesar de ello el joven mendigo venia todo los días a insistir en su entrada, y como la princesa no mejoraba y el príncipe estaba desesperado por la salud de su hija ordenó que se le dejara entrar. A los pocos días de la llegada del mendigo, ella mejoró hasta curarse completamente con un sencillo té que el joven mendigo preparaba, además de un ramo de flores que cambiaba cada vez que se marchitaban. Los soberanos agradecidos, le ofrecieron un centenar de cosas, hasta puestos de nobleza, eh incluso la mano de la princesa, pero él las rechazó, porque él no necesitaba nada de esas cosas, y reveló a los soberanos que él era un apuesto rey.
     El príncipe intrigado, le preguntó por su desinteresada ayuda, el que una vez fue mendigo ante los ojos del príncipe, le contesto:
     - Le ayude por deseo de mi querida madre. Ella se enteró de vuestra desgracia, y me pidió que viniera ayudarlo.
     .-Decidme por favor, ¿Quién es vuestra humilde madre? ¿Acaso la conozco?-Le pregunto al joven rey, quien respondió
     - Sí , usted la habéis conocido hace mucho tiempo atrás. Yo soy hijo de lady rose, reina del reino del dragón, la mujer que vos nunca pudo amar.
     El príncipe anonadado, por la noticia, le preguntó por rose y que había sido de ella, se enteró que lamentablemente falleció un poco antes de la partida del joven rey.
     El Príncipe insistió en ofrecerle la mano de su hija, pero él siguió rechazándola y se marchó a su lejano reino, dejándole como última frase de despedida.
     - "Si vos hubierais insistido en rechazar mi ayuda a causa de mi apariencia, os hubierais perdido a vuestra hermosa hija. A vos le recomiendo no volverlo hacer”.-

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