Maryen
Ayar Fonseca
Ambivalencia:
Miedo y confianza
Es invierno, son ya las
12 am. Las sabanas en las que me sumerjo hielan mis pies. Intento refugiar mis
manos contra mi pecho, como abrazándome a mi misma, pero en mi pensamiento lo
abrazo a él; siempre tan cálido, tan abierto a un abrazo y tan ausente. Pero lo
puedo soportar, pues sé que al entrar en su cama él tuvo el mismo ensueño.
Aunque
lo anhele con toda mi alma, mi imaginación no bastara para traerlo aquí, y
sentir verdaderamente el calor corporal del único hombre cuya tibieza deseo. Así
que una noche más dormiré en el polvo con besos de estornudo.
Amaneció
igual que ayer, con más frio del que estamos acostumbrados a soportar ¡Dios! ¡Que
difícil es meterse a bañar así! Igual que siempre, me lleno de estrés, no
desayuno, corro y medio llego a tiempo; pero hoy hay algo distinto en el
camino, un perfecto contratiempo me mira desde la explanada frente a mi salón,
al abrazarme experimento la tibieza que deseaba.
-Necesito
que mires algo-
-¿Qué
es?
-Tienes
que verlo, si no, creerías que me he vuelto loco. Cuando termine tu clase te estaré
esperando en los laboratorios de mi facultad-. Debido al retraso que me causa sólo
puedo asentir e irme corriendo a clase. Siento como la curiosidad,
terriblemente ayudada por el hambre logra que no pueda captar nada de lo que la
profesora expone, pues escucho mas a mie estomago que su voz
Por
fin la clase termina, me preocupa el haber estado tan distraída, pero mas tarde
arreglare eso. Corro por una galleta y después hacia los laboratorios. Me extraña el que parezcan
abandonados, tal vez me he equivocado de laboratorio; pero unos brazos que
llegan a rodear mi cintura me confirman que estoy en el lugar correcto. Toma mi
mano y se cerciora de que no haya nadie que pueda vernos entrar al lugar, esa acción
me provoca un terrible enrojecimiento de pómulos, y una sensación extraña en el
estomago, sin embargo lo sigo, aunque me resulte difícil por el temblar de mis
rodillas al caminar por el interior del lugar, sola con él.
Cerró
la puerta tras de nosotros, fue directo hacia mi cuerpo, rodeó mi cintura y gritó
en mi oído
-¡Helo
aquí! ¿Qué es lo que ves?
Una
enorme, oxidada y nada romántica maquina- respondí exaltada y bastante
confundida. Su gesto también reveló confusión, pero pronto una sonrisa encantadora
se apodero de su faz.
-¿Tú
confías en mí?-
-Si-
Conteste dubitativa
-¿Seguirías
haciéndolo aunque toda la lógica señalara que te engaño?-
-Lo
seguiría haciendo- Respondí con firmeza.
Entonces él prendió la oxidada maquina, entró al centro de ella y desapareció. Desapareció
sin que las leyes de física que hasta ahora conocía pudieran explicar como fue
que pasó, desapareció dejándome revuelto el estomago, y un aire que tapaba mi
garganta, pues no era un nudo, si no, algo que me ahogaba, una sensación de
terror que no logro explicar.
Pero
antes de que mis lágrimas pudieran salir, él estaba de nuevo frente a mí. Venciendo
mis temores sin siquiera luchar. Sostenía una muñeca. Antes incluso de
preguntar como fue que desapareció, mi duda fue el cómo podía tener una muñeca
tan singular, sólo parecida a la de mi infancia.
Sonrió
mas coquetamente diciendo
-Estuve
ahí, vi tu angelical rostro de dos años, y te he robado esto- Dijo apenado.
Efectivamente,
mi lógica me obligaba a pellizcarme para despertar del sueño; pero me pareció más
“lógico” permanecer a su lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario