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13 febrero 2013

Alfredo Carvajal



Los Vampiros
Lo más seguro es que mi abuelo sea un vampiro, pero no como los de las películas, de esos que utilizan capa y tienen una malévola que a mí me da mucho miedo, al contrario es de las personas más buenas que conozco, y eso lo puedo decir porque cada día  me acompañaba al patio para jugar a la pelota, pero, después de cumplir 65 años, naranjas de la china.
Se llama Alberto como esa canción de Serrat que tanto le gusta y al igual que la canción se tomaba una copa de vino blanco con cada comida, y ahora la cambio por la sangre tan característica que beben todos los vampiros.
A mí me cuesta aceptar que él sea uno de ellos, come ensalada y bistec los viernes, además, de que él no vive de noche, al contrario a las siete en punto se recuesta en su cama, aún así durante el día mira con tristeza las nuevas cortinas negras que mamá ha mandado poner en todas las ventanas, es triste el tener que vivir solamente con la luz de las lámparas, hace apenas unos días le hoy decirle a mi padre que extraña la luz del día casi como a la abuela.
Echo de menos cuando me leía cuentos en el patio, ahora solamente me lee Don Quijote de la Mancha en el viejo sillón italiano que papá le compro en su cumpleaños, no es lo mismo y él lo sabe, porque en ocasiones me dice que lo pone triste imaginarse a todos los personajes aventurándose bajo el sol y él condenado a la oscuridad de la  casa, como ese cuento de Casa Tomada, del que poco o nada entiendo pero que él lo cuenta que es un placer escucharlo.
Yo también extraño a la abuela, un día salió a la tienda a comprarle unos libros al abuelo y una pelota nueva para mí, ya no regreso, mamá me dijo que en ocasiones las personas adultas mueren de ataques al corazón que cuando sea más grande lo entenderé, puede que sí, porque no me explico como la abuela que era sana como pocas, halla fallecido tan de pronto y mi abuelo maldiciendo al presidente y sus nuevas leyes, clarito lo escuche en la sala, gritando que las personas como él habían dado su vida por el país y que esa manera de recompensárselo era peor que una mentada de madre, y mira que para que mi abuelito diga una mala palabra, no como papá que cada vez que le meten gol a su equipo de futbol maldice hasta al pobre niño Dios que no tiene la culpa de que el portero no detenga ni un autobús, como dijeron los comentaristas cuando se comió un gol increíble.
Hace unos días estaba hablando con Pablo en la escuela y él me dijo que puede que sus abuelitos también se hayan hecho vampiros, porque, su mamá puso persianas en las ventanas y los mando a vivir al sótano. Me da coraje estar castigado por la culpa de Carlos, ese tonto que se burlaba  de nosotros, diciéndonos que eso de los vampiros no es más que una mentira y que nuestros abuelitos eran unos delincuentes ahora, y yo que con lágrimas en los ojos le di un golpe con todas mis fuerzas en plena explanada. Pese a todo no me duele tanto el tener que dormir sin cenar, me dolió más el no saber qué pasa con el Caballero de la triste figura, pero, nada como las lágrimas de mi madre, cuando se enteró del porque le rompí la cara a ese estúpido, lo sé, ni en pensamientos debo de ofender a otras personas, estoy seguro que diosito me perdonará porque él se lo merecía y mi abuelito no es un delincuente.
Cuando tocaron la puerta el viejo sabía quiénes eran, aún peor,  el motivo que los traía a la casa de su hijo. Con la dignidad de un condenado a muerte mando al niño a la tienda por una soda, se acomodó el cuello de la camisa y a los verdugos que venían por él les regalo un par de escupitajos entre ceja y ceja, para ellos, los menos culpables, era  rutina, incluso les sorprendió la poca o nula resistencia del condenado.
                                                                                                                      Alfredo Carvajal

1 comentario:


  1. Siguiendo el decálogo de Quiroga, el final te deja deseando más, no termina con algo impactante, no te deja con la emoción que la primera línea te otorga y que además te engancha: “Lo más seguro es que mi abuelo sea un vampiro”. La pregunta de entrada es ¿por qué lo asegura?, e inicias desglosando la respuesta que atrae al lector y lo mantiene entretenido, encontraste la manera de decirlo para que nosotros siguiéramos leyendo sin perder nuestra atención queriendo saber más, ¿Qué va a hacer el abuelo? ¿Cómo va a confirmar que su abuelo es un vampiro? ¿Qué descubre? Tu final parece incompleto, Horacio dice que las tres líneas del principio – que manejas perfectamente- tienen que tener casi la misma importancia que las tres últimas y estas últimas no tienen la misma profundidad que las primeras, solo iniciaste el desarrollo. Si te hubieras profundizado mas en el final hubieras terminado de escalar la montaña, alcanzaste un triunfo, mas no la cima.
    Algo que debo destacar es la forma en que te separas de tu influencia Bukowski, dejando a lado la misma “sutileza” de ese lenguaje burdo que caracteriza su escritura , apreciando tu voz en el cuento donde te adueñas muy bien de las palabras, se aprecia el niño como el narrador, utilizas adecuadamente el lenguaje y adjetivas bien el texto.

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