Visitas de la semana

12 febrero 2013

Probabilidad de vida



Choque en la carretera Manglares – Los Almendros en el kilómetro 24, hay tres muertos y un herido, ¡traigan una ambulancia rápido, que se nos va!
-          Resiste linda, vas a estar bien.
¡Desfibrilador! 1, 2, 3 ¡Despejen!
¡Se nos va! ¡Se nos va!
-          Hija, Leonardo murió, ya no vendrá, aléjate de la ventana y regresa a la cama.
-          Esta perdida, parece que su mente está en otro lugar, enterarse que su novio y la familia de este murió le causo un shock,  pobre, no volverá a ser la misma.

¡Maldito sol! Que no me permite quedarme en la cama, llevo días sin poder tener una noche tranquila, creo que se debe a que regrese a casa de mis padres desde hace 6 meses, desde el día que él me dejo, se fue sin decirme nada, se esfumo como el humo, vivíamos juntos pero no quise quedarme en nuestra casa, todo me lo recordaba y amándolo tanto me causaba daño, aunque no sirvió de mucho, porque esta habitación tiene la misma decoración desde que tenía 16, las paredes azul rey y los póster de la banda de rock que nos unió en uno de sus conciertos y que escuchábamos por horas ¡que deprimente!
¿Dónde están las pantuflas? Oh, ahí asomándose bajo la cama, me las pongo, doy un paso, me truenan las rodillas, no sé qué les pasa desde hace meses están así, no puedo desplazarme rápido y es lo que más odio, porque ahí en la esquina esta ese enorme espejo cubierto de polvo, mi peor enemigo, no puedo mirarme en el, odio mi aspecto luzco más delgada, pálida y demacrada que de costumbre y eso me repugna, escucho un grito, mi madre, ya es hora de que baje a desayunar.
Un paso y otro más, me detuve frente a la puerta de cristal, era una cocina clásica, cálida y con loseta negro y blanco, empuje la puerta, ahí estaba ella, con su cabello sedoso y piel de porcelana, tan perfecta y con una enorme sonrisa, claro a ella no la dejo mi padre. Sobre la mesa un gran y humeante plato de avena, se ve tan desagradable, el gesto de mi rostro lo demostró, mi madre lo noto dio media vuelta y salió de ahí, herida, pero desde hace meses toda la comida había perdido su encanto para mi, creo que es la razón por la que estoy tan flaca, solo mordisqueo un pan y cuchareo la avena, no puedo creer que esta sea mi última comida, pero que mas da no la extrañare. Me levanto de la mesa, me retiro a mi habitación, tomo unos pantalones, botas y mi camiseta favorita. Hoy es el día. Le pediré el auto a mi padre, daré un paseo e iré al sitio que elegí, no sé cómo despedirme de ellos, nunca lo pensé, supongo que con un simple adiós, vuelvo a bajar las escaleras con rapidez ¡auch! ¡Mis rodillas! Ya era hora de que pasara algo así, cojeo hasta la sala y ahí están los dos, en sus respectivos sillones viendo el noticiero, los observo por un rato y pienso que así quería llegar a estar un día con Leonardo, me acerco y pido el auto, mi padre accede con una sonrisa en el rostro supongo que feliz de que vuelva a salir después de tanto tiempo, le beso la frente como despedida, al ver a mi madre la melancolía me invadió, la beso y abrazo, y con la voz quebrada digo adiós, doy media vuelta y salgo corriendo, dentro del auto seco mis lagrimas, tomo la llave y lo pongo en marcha, doy vuelta a la esquina y tomo el camino de la arboleda  paso por mi antigua casa y me pregunto si habrá recibido la carta que le envié a casa de sus padres o los correos electrónicos diciéndole el día, lugar y hora en que me quitaría la vida y que él y su regreso son la única razón de no perderla.
Pasan los 20 minutos del recorrido, llego al sitio, mi sitio, siempre me gusto, era un campo de esmeralda con el aliento de las rosas por todo el lugar, me encantaba era el lugar perfecto para leer y despejar la mente, ahora sería el lugar donde dejaría mi mente para siempre.
Camino hacia el borde del campo, respiro, y me digo a mi misma; no va a venir porque no me amo, me ama o amara, no le importo y aunque sabe que es mi última esperanza no lo tomara en cuenta, seré un capitulo terminado en su vida, un fantasma en su recuerdo de las largas caminatas, locas carcajadas y el helado de vainilla. Veo el reloj, ya es hora, giro la cabeza y no hay señales de alguien, agacho la mirada y esta mi final, se me escapa una lagrima al ver cientos de piedras como navajas esperándome, solo dejo que el viento roce mi piel y mueva mi cabello, respiro ese aroma de rosas por última vez. El clima esta perfecto, con viento, nublado y con posibilidad de lluvia, que bonito día para acabar todo. Suena la alarma del reloj que llevo en la muñeca izquierda, es hora, cierro los ojos y doy el paso final, estoy a punto de caer, alguien me sostiene del brazo, ¿será él? 

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