Al enterarse de
la tragedia, el pueblo entero le lloró. Gente de pueblos cercanos acudieron a
su funeral. Era la fiesta de lágrimas
más grande que había tenido aquel lugar. Su funeral fue el más asediado, nunca hubo tanta gente
reunida por su causa. La familia y amigos que nunca tuvo estaban ahí,
profiriendo plegarias por su alma, lamentándose a llanto abierto, a todos los
ahí presentes les dolía la vida.
Vivía a afueras del pueblo, en un rancho
extenso, adoraba el campo, la hierba fresca y pasear a caballo. Para él eso era
la vida; recorrer los campos, recostarse sobre la tierra y contemplar el cielo,
darle vida a cada nube, crearles una historia. Damián era un niño muy
inteligente y creativo, gozaba de una diafanidad que le permitía ser totalmente feliz y por la misma causa, cuando alguien lo veía
fijamente a los ojos, podía ver a través de ellos el sentir de su alma. Cuando
Damián observaba a lo lejos las ostentosas fiestas que los dueños del rancho
realizaban se quedaba perplejo de lo que los invitados y todos los allí
reunidos desperdiciaban.
“Yo no necesito del dinero para ser feliz,
trabajo por mi comida, por nuestra comida. –Le decía a su incansable
acompañante.— Tenemos el cielo para
recorrerlo juntos cuantas veces se nos antoje.” Mientras Porfirio, su perro, se
echaba a un lado de él, parecía muy atento a las palabras de su amo.
Una mañana el Sr. Joaquín, dueño del rancho,
mandó llamar a Damián. A doña Margarita, la esposa del dueño, no le gustaba que
el niño, mucho menos el perro, entrasen a la casa. Cada vez que la señora lo
veía, lo hacía con un desdén cual si mirara al ser más despreciable en la
tierra.
—Necesito un favor muchacho. He comprado un par de viejos y muy valiosos tarros en el pueblo, allá con don Pánfilo, y sólo confío en ti para que me los traigas en buen estado. Ya le he pagado, dile que yo te envío. –Le encomendó el Sr. Joaquín a Damián--, y esté con gran obediencia y entusiasmo salió disparado a buscar a Porfirio para partir al pueblo. A Damián le encantaba ir al pueblo, disfrutaba caminar por las coloridas calles, aunque, no entendía porque nadie quería una amistad con él o porque todos le hacían mala cara.
—Ahí está, Porfirio, la tienda de don Pánfilo, anda, vamos por los dichosos tarros.
Porfirio se adelantó, como si bien lo supiera y entró con aire triunfal a la tienda.
— ¡Porfirio, espera!
—Necesito un favor muchacho. He comprado un par de viejos y muy valiosos tarros en el pueblo, allá con don Pánfilo, y sólo confío en ti para que me los traigas en buen estado. Ya le he pagado, dile que yo te envío. –Le encomendó el Sr. Joaquín a Damián--, y esté con gran obediencia y entusiasmo salió disparado a buscar a Porfirio para partir al pueblo. A Damián le encantaba ir al pueblo, disfrutaba caminar por las coloridas calles, aunque, no entendía porque nadie quería una amistad con él o porque todos le hacían mala cara.
—Ahí está, Porfirio, la tienda de don Pánfilo, anda, vamos por los dichosos tarros.
Porfirio se adelantó, como si bien lo supiera y entró con aire triunfal a la tienda.
— ¡Porfirio, espera!
— ¡¿Qué hace este cochino perro en mi tienda?!
—Preguntó con evidente enojo el tendero. —Lo siento don Pánfilo, él es mi perro
Porfirio, puede estar usted tranquilo, no hará ningún daño, además está muy
limpio. Al dueño de la tienda le parecía una grave grosería que ese par de
infames—como él lo pensaba, — estuvieran dentro de su tienda.
—Vengo por los tarros del Sr. Joaquín, por favor.
Don Pánfilo vio con desconfianza al niño, y con sorna e intentando sacar provecho preguntó: “Y ¿quién me los va a pagar? ¿Tú?
—Vengo por los tarros del Sr. Joaquín, por favor.
Don Pánfilo vio con desconfianza al niño, y con sorna e intentando sacar provecho preguntó: “Y ¿quién me los va a pagar? ¿Tú?
—El Sr.
Joaquín me ha dicho que la cuenta ya está saldada.
Después de una batalla, Damián regresó al atardecer al rancho, con tristeza en la cara y las manos vacías. Le explicó lo que había ocurrido en el pueblo. El Sr. Joaquín se mostró muy enojado y su esposa de inmediato lo acusó de ladrón y desvergonzado. Damián dirigió la mirada con los ojos vidriosos y llenos de coraje a hacia la señora, intentaba explicar su situación. El Sr. Joaquín confiaba totalmente en él, así que le pidió con voz autoritaria a su mujer que se callara y retirara.
Después de una batalla, Damián regresó al atardecer al rancho, con tristeza en la cara y las manos vacías. Le explicó lo que había ocurrido en el pueblo. El Sr. Joaquín se mostró muy enojado y su esposa de inmediato lo acusó de ladrón y desvergonzado. Damián dirigió la mirada con los ojos vidriosos y llenos de coraje a hacia la señora, intentaba explicar su situación. El Sr. Joaquín confiaba totalmente en él, así que le pidió con voz autoritaria a su mujer que se callara y retirara.
Al día siguiente Damián regresó al pueblo
y esta vez no sólo lo acompañaba Porfirio, también lo hacía el Sr. Joaquín.
Cuando el tendero, don Pánfilo, los vio se quedó azorado y cuando aquéllos
abandonaron el lugar, se quedó aun más por lo que acaba de oír.
Cuando caminaban por el pueblo, Damián le contó su fascinación por el lugar al Sr. Joaquín y también su frustración por no saber cuál era la razón por la que todos ahí lo tratasen de esa manera. Al mismo tiempo que ellos paseaban, la gente que los veía lo hacían con asombro y se hablan en voz baja unos con otros.
Cuando caminaban por el pueblo, Damián le contó su fascinación por el lugar al Sr. Joaquín y también su frustración por no saber cuál era la razón por la que todos ahí lo tratasen de esa manera. Al mismo tiempo que ellos paseaban, la gente que los veía lo hacían con asombro y se hablan en voz baja unos con otros.
—No te sientas ofendido, —le decía el Sr. Joaquín—ellos no te conocen y les da miedo tu viveza, tu
evidente alegría por la vida, pues ellos apenas
y viven.
Damián se sentía muy querido por el Sr. Joaquín y él lo quería también, sentía un agradecimiento enorme hacia él, pues sabía que lo acogió cuando apenas tenía unos meses de nacido, aunque, no conocía las razones. Damián reflexionaba a cerca de lo que el Sr. Joaquín le había dicho, y era cierto, los demás no parecían felices. “Son unos caras duras y malhumorados.” Se dijo a sí mismo.
Damián se sentía muy querido por el Sr. Joaquín y él lo quería también, sentía un agradecimiento enorme hacia él, pues sabía que lo acogió cuando apenas tenía unos meses de nacido, aunque, no conocía las razones. Damián reflexionaba a cerca de lo que el Sr. Joaquín le había dicho, y era cierto, los demás no parecían felices. “Son unos caras duras y malhumorados.” Se dijo a sí mismo.
El tiempo pasó presuroso, una noche
Damián llevó a su cuerpecito de niño a la cama, y a la mañana siguiente, éste ya era un hombre, igual de vivaz que antes.
Los rasgos de su rostro ahora eran más gruesos, aunque muy bien delineados. Veía a Porfirio muy cansado
y lo cuidaba más que siempre, aunque, ya no pasaba tanto tiempo con el can,
pues ahora trabajaba cultivando las
tierras del rancho. El Sr. Joaquín, el rancho y la gran mayoría en el pueblo
parecían muy desteñidos y apagados. El propietario del rancho era ya un hombre
mayor, su esposa había muerto hacía ya algunos años y eso lo enfermó. Damián lo
procuraba mucho, cada semana iba al pueblo, aun sin agradarle a alguien, a
comprar las medicinas que su patrón necesitaba.
A veces lo acompañaba el pobre Porfirio, que apenas y podía sostenerse. Una tarde cuando Damián
se encontraba en la farmacia, Porfirio se dejó llevar por el crudo olor de las
carnes que se exhibían en el local contiguo, el animal siguiendo su instinto se
adentró a la carnicería, en cuanto el encargado lo vio, lo corrió a gritos y a
chorros de agua, aquél muy asustado huyó tirando todo a su paso, el carnicero
lleno de rabia lo siguió y lo molió a
palos. En cuanto Damián escuchó el alboroto,
corrió a ver lo que sucedía.
— ¡Porfirio! ¡No! ¡Aléjese! —Grito éste muy turbado—. Empujó al carnicero y vio a su compañero en el suelo, inmóvil, con el hocico lleno de sangre. Damián dio un estridente grito de dolor. Ya nada podía hacer, el cuerpo de Porfirio yacía mansamente en el suelo, muerto. Damián por primera vez sintió odio, rencor y tristeza, una muy profunda tristeza.
— ¡Porfirio! ¡No! ¡Aléjese! —Grito éste muy turbado—. Empujó al carnicero y vio a su compañero en el suelo, inmóvil, con el hocico lleno de sangre. Damián dio un estridente grito de dolor. Ya nada podía hacer, el cuerpo de Porfirio yacía mansamente en el suelo, muerto. Damián por primera vez sintió odio, rencor y tristeza, una muy profunda tristeza.
Un año había pasado desde la muerte de Porfirio, Damián estaba
repuesto, no del todo, pero le iba bien: trabajaba desde que el primer rayo de
sol bañaba al pueblo hasta que el mismo
se ocultara. Por las noches cuidaba del Sr. Joaquín, quien estaba ya muy
desmejorado.
Una noche como todas Damián penetró la habitación del Sr. Joaquín, éste se encontraba tendido en su cama, plácidamente dormido, el muchacho no lo quería molestar, pero tenía que despertarlo, pues era hora de su medicamento. El Sr. Joaquín no despertó. “Plácidamente muerto, no dormido.” Pensó con los ojos hundidos en un salvaje mar. Dos días después le dieron sepultura al cuerpo muerto del Sr. Joaquín. Damián era el único realmente afectado por la pérdida, se encontraba ensimismado en su tristeza. “Me queda el cielo para recorrerlo.” —Se dijo— “Y ¿de qué me sirve, si ya no tengo con quien compartirlo?” Se preguntó con los ojos puestos en las nubes, ahora éstas estaban igual de muertas que Porfirio y el Sr. Joaquín.
Muy pronto Damián se enteraría que había heredado el rancho y medio pueblo, ahora él era el dueño de los bienes que ni siquiera sabía que se encontraba en el poder de su difunto patrón. Cuando la gente se hubo enterado de esto tuvieron miedo de perder sus trabajos y casas, pues pensaron que Damián les quitaría todo por venganza. Sin embargo, Damián puso a producir tierras del rancho como nunca, también ayudó a la gente del pueblo y todos le estaban muy agradecidos.
Una noche como todas Damián penetró la habitación del Sr. Joaquín, éste se encontraba tendido en su cama, plácidamente dormido, el muchacho no lo quería molestar, pero tenía que despertarlo, pues era hora de su medicamento. El Sr. Joaquín no despertó. “Plácidamente muerto, no dormido.” Pensó con los ojos hundidos en un salvaje mar. Dos días después le dieron sepultura al cuerpo muerto del Sr. Joaquín. Damián era el único realmente afectado por la pérdida, se encontraba ensimismado en su tristeza. “Me queda el cielo para recorrerlo.” —Se dijo— “Y ¿de qué me sirve, si ya no tengo con quien compartirlo?” Se preguntó con los ojos puestos en las nubes, ahora éstas estaban igual de muertas que Porfirio y el Sr. Joaquín.
Muy pronto Damián se enteraría que había heredado el rancho y medio pueblo, ahora él era el dueño de los bienes que ni siquiera sabía que se encontraba en el poder de su difunto patrón. Cuando la gente se hubo enterado de esto tuvieron miedo de perder sus trabajos y casas, pues pensaron que Damián les quitaría todo por venganza. Sin embargo, Damián puso a producir tierras del rancho como nunca, también ayudó a la gente del pueblo y todos le estaban muy agradecidos.
A los 30 años, Damián comenzó a tener graves problemas de salud.
Había heredado la enfermedad de su madre, a quien él nunca conoció, padecía una
enfermedad degenerativa, la cual estaba acompañada de insoportables dolores de
cabeza y pérdida parcial de la vista. Esto, de alguna manera influía en la
actitud de los demás hacia Damián. Su madre era muy conocida en su tiempo, no
obstante, de esto, él nunca se enteró.
El
pueblo celebraba dichoso las aportaciones de Damián, su gran capacidad
administrativa y sobre todo, que después de tanto no les guardara ningún
rencor. Lamentablemente, Damián no pudo disfrutar más de todo ello. Cinco años
más tarde, sin que nadie se diera cuenta, Damián murió, solo, enfermo y en el
fondo muy satisfecho.
Análisis con el
ResponderEliminar"Nuevo Do decálogo de un cuentista" de Andrés Neuman
A partir de este escrito dice en la parte 2,3 y 10
2-Que La brevedad no es un fenómeno de escalas. La brevedad requiere sus propias estructuras.
3-En la extraña casa del cuento los detalles son los pilares y el asunto principal, el tejado.
4-Adentrarse en lo exterior. Las descripciones no son desvíos, sino atajos.
Según si entendí esta lectura y la tuya, pienso que te falta darle una mejor estructura a tu historia, siento que dejas algunos cabos sueltos o cosas que pudieron ser de más relevancia para el final o desarrollo, en algunas escenas como por ejemplo: cuando muere Porfirio a manos del carnicero, Damián salió afectado, pero a base de ello pudiste haber hecho que influenciara en su futuro, siendo no sé, una de las personas que más temía de Damián cuando obtuvo la herencia, y darle cierta importancia.
Pienso te hiso falta ser mas descriptivo con los personajes (Te enfocaste más las acciones) ambiente, y los sentimiento, los mencionaste a estos últimos en ocasiones, pero le falto tener mas forma para ser trasmitidos y ser sentidos, aun que al final de cuentas es tu estilo, tú decides como será contado el cuento y que le pondrás y como los narraras. Pero creo si pusieras un poco mas de esto y lo pulieras, llamaras la atención del lector y lo harías sentirse, mas identificado o conmovido por el personaje, y su historia.
Otros:
Con la gramática lo siento, no puedo ayudarte, si se me ocurre darte un consejo o te digo como andas es más probable que te mande por un mal camino.
Creo que debes trabajar con los personajes, sobre su historia, su vida personal y sentimientos (ya lo había dicho) como es un cuento y es muy corto que sea leve para no acaparar espacio, pero que sea de interés, y mantenga al lector interesado, y usar palabras adecuadas que sirvan de atracción.
Por último, sigue afinando tu estilo, tu cuento, tu ortografía (esta es recordatorio en general) si te gusto como salió, muy bien, y si no de todas formas guárdalo, no sabes si te sirva inspiración( para agarrar alguna idea) o si lo quieras mejorar a futuro cuando tus habilidades y tu hayan ganado experiencia, al final tu, yo y todos estamos en un camino para ir mejorando y puliendo cada detalle poco a poco.
No sé que les parece el principio: ¿no les suena al final de Marianela?
EliminarAquí hay dos cosas que me parecen interesantes en tu comentario:
*Los detalles narrados son importantes, pero el que no narre todo hace el cuento más personal para el lector. Pero no vallan por ahí mutilando cuentos y rompiendo estructuras sin ton ni son. También es importante dejar pautas para que el lector reconstruya esos vacíos que dejas. Por ello Newuman dice "La brevedad no es un fenómeno de escalas. La brevedad requiere sus propias estructuras".
Un ejemplo: retomando al carnicero: Puede que lo hayan fusilado, se fugó, quien sabe. Pero el hecho de que Damián no se haya vengado(ya que inicia como personaje muerto), ni le tuviera miedo, como bien mencionas, implica que se fue y no era relevante.
Un ejemplo de brevedad, con detalles y todo:
Final.
Y así termina la historia del hombre que subió al Everst para demostrarle su amor a la mujer que se casó con el cartero.