No pude evitarlo. Sucedió sin que me diera cuenta. No sé qué
pasó. El tiempo se hizo cargo de todo, y ahora... ¡ah! Ahora he perdido a quien
alguna vez fue mi mejor amigo.
Lo conocí
hace tiempo, el estaba con mis amigas cuando yo llegué, parecía un buen tipo
aunque un poco serio si debo decir. Al principio creí caerle mal, me evitaba,
no me seguía las conversaciones, era cortante, pero conforme el tiempo iba
pasando las cosas eran diferentes. Descubrimos que vivíamos por la misma zona y,
en realidad, ahí comenzó el verdadero cambio. Comenzamos a tener el mismo círculo
de amistades, platicábamos por largo tiempo, pasaba horas en mi casa. Él tenía
novia y no había problema alguno con eso, nos llevábamos de maravilla. Era tan
grande nuestra unión que logró ganarse la confianza de mi padre.
Sin
duda, él era una de las mejores personas que había tenido la oportunidad de
conocer. Era caballeroso, responsable, atento, paciente, trabajador. Me
fascinaba estar con él, me sentía protegida. Y entonces, eso era. Estaba
enamorada y no supe ni como y mucho menos desde cuándo.
Preferí
mantener todo esto en secreto y no hablar con nadie acerca de ello. Era mi
mejor amigo y no quería que las cosas fueran distintas. Pero el amor es algo
que no se puede ocultar y mis acciones me delataban. La forma en que lo veía,
como le hablaba, no podía negarme a hacer lo que me pidiera. Le era totalmente incondicional.
Creí que nadie lo sabría, que nadie vería más allá de mis ojos, pero me
equivoqué. Él lo notó y comenzó a actuar de otra forma. Comenzó a jugar.
Cuando
estábamos con más personas era indiferente, no me hablaba, desviaba su mirada,
me ignoraba. Pero cuando estábamos solos, ¡oh, cuando estábamos solos! Era el
hombre más dulce que podía existir. Me acariciaba, jugaba conmigo, reíamos. Me
confundía. Pero lo amaba tanto que no me importaba. Estaba dispuesta a todo por
el... ¡qué error el mío!
Con el
tiempo él terminó la relación que tenia y al hacer eso su juego era mejor que antes. Su forma de
comportarse lograba hacer que mi cabeza dejara de pensar. Bastaba con tenerlo
cerca para convertirme en una completa idiota.
Durante
varios años las cosas fuero así: él sabía que lo amaba pero no decía nada, en
cambio, jugaba conmigo a su gusto, decía cosas hermosas y luego era
indiferente. Juraba que me quería y después me ignoraba. Y a pesar de todo, yo
le creía. Una y otra vez creí en lo que decía, caía en su juego, estaba ciega y
por más que supiera que él me hacía daño yo estaba ahí. Siempre estuve para él,
apoyaba sus decisiones, lo ayudaba a levantarse de sus caídas, estaba para lo
que el necesitara.
Decidí
tomar distancia. Lo que sucedía no me ayudaba en nada, al contrario, era como
una enfermedad. Me hacía daño. Y así, nos comenzamos a distanciar, no de golpe,
pero si significativamente. Poco a poco mi corazón lo olvidaba y mi vida volvía
a pertenecerme.
Tomó un
tiempo, no fue fácil, pero logré dejar atrás lo que sentía por él. Todo volvió a
ser como antes cuando todo estaba bien. Cuando éramos amigos.
Entonces
me tomó por sorpresa.
-¿Quieres ser mi novia?-
Dijo seriamente pensando en el momento.
Fueron
las palabras exactas que yo deseaba oír desde hacía ya mucho tiempo.
- No- Respondí a secas.
Mi
respuesta me extrañó tanto como a él. ¿Cómo era posible que respondiera de esa
manera? ¿Y qué con todo el tiempo que había esperado para oír eso? Simplemente
no lo entendía. Hasta que por fin preguntó...
-¿Por qué?- En su voz notaba preocupación, pero más que
eso, tristeza.
-Esperé tanto tiempo, de verdad, demasiado. Siempre
estuve ahí para ti aunque no me tomaras en cuenta. Cuidé de ti en tus peores
momentos. Siempre esperando que te fijaras en mí, que vieras todo lo que tenía
para darte, que te dieras cuenta de cuánto te amaba. Y nunca lo hiciste.
>>Fui
paciente. Si alguna persona te hacía daño ahí estaba yo, esperando a que calleras
para levantarte, y aún así, tu no veías cuanto me dolía saber que, tan pronto
te sintieras mejor volverías a irte.
>>Tuviste
la oportunidad de intentar algo conmigo y lo desperdiciaste por otras personas
o simplemente "tenias miedo" de lo que yo pudiera ser. Realmente jamás
me tomaste en serio. Y ¿Sabes qué? ahora me toca decir que no. Oportunidades
tuviste suficientes y realmente me canse. No voy a decir "si" a algo
que terminara cuando "te dé miedo" o simplemente te aburras.
Después de eso, quise mantener la amistad, tal y como era
antes, pero la situación no dio para más. Ahora me doy cuenta de que en
realidad no fuimos tan amigos.
Decidí comentar este cuento considerando las indicaciones de Andrés Neuman en el "Nuevo Dodecálogo".
ResponderEliminarMe parece que el comienzo del cuento plantea preguntas que emocionan, pues me hizo querer saber cuáles fueron las acciones del personaje; aunque luego siento que la emoción se apaga . Además me gusta que el personaje principal aparece contando la historia como si ya hubiera estado contándonos algo.
A pesar de que no hay gran detallismo, siento que este tipo de relato en específico no lo necesita, pues funciona sin tantas descripciones. Los adjetivos funcionan de manera positiva, ya que es posible imaginarse de qué tipo de personaje se está hablando. Creo que el final debió ser cuando la chica le dice que "no" al hombre. Creo que ése sería un final rotundo, e inesperado para el hombre del cuento. Pero en los párrafos siguientes, se sigue con una explicación que a mi parecer está de más y cae en redundancias.
En general, es bastante emotivo y tiene una buena estructura.