Visitas de la semana

12 febrero 2013

Añoranza



Añoranza
Amanece, y las actividades en el campo están por comenzar. Son las cuatro treinta de la madrugada y el abuelo es el primero en levantarse. Tiene que ir al otro lado del río a ver la parcela. El trinar de los pájaros, el canto de los gallos y cacareo de las gallinas que empiezan a bajar de los arboles indican el inicio de un nuevo día.  Los becerros en el corral braman, las madres se acercan impacientes, y la espera se les hace larga para amamantar a sus críos, mientras tanto el abuelo prepara las cuerdas que va a utilizar para amarrar a los animales al momento de ordeñar.
            La abuela prepara y lava la cubeta y la tina de lámina que se van a usar para la leche. Observo con atención cómo los animales entienden por sus nombres, nombres que les pusieron a cada una de ellas. ¡ Abuelo! ¿Quieres que te lleve la cubeta? Primero tráeme agua en un balde para lavarme las manos antes. ¡Aquí tienes! Ahora sí, dame la cubeta y saca el becerro de la Cabañuela. El abuelo la llama, la vaca brama y el becerro va hacia ella, los amarra  y procede a ordeñar.
            Aguardo afuera del corral, esperando la señal para recibirle la leche y vaciarla en la tina que está en la cocina. ¡Lupita! ¿Ya está lista la cubeta? ¡En seguida voy! Diariamente ordeña entre seis y siete vacas. Al terminar, le ayudo a la abuela a colar la leche. Los compradores esperan impacientes. Cuando no se vende  toda la leche, la abuela la abuela le pone cuajo para hacer queso. De repente me pongo pensativa, recordando con añoranza los gratos momentos que pasamos juntos los abuelos y yo en el campo.
            ¡El almuerzo está listo! Grita la molendera. ¡Ya voy! Contesta el abuelo. Después del almuerzo él se pone su sombrero y se va rumbo a la parcela. Los perros en el campo trabajan y se van junto a sus amos, éstos también se tienen que ganar su comida.  Su trabajo consiste en cuidar la huerta de los animales que se pudieran acercar y dañar la siembra o la cosecha. Mientras en la casa la molendera se encarga de limpiar la cocina, acarrear agua del pozo, barrer los patios y llevar el nixtamal al molino, la abuela selecciona la ropa que va a lavar al río. Las mujeres escogen alguna de las piedras que ya están a la orilla y las utilizan como lavaderos. El calor es intenso y húmedo, sin embargo ellas están acostumbradas a esas temperaturas. La ropa que lavan y tienden en los arbustos o matorrales se seca rápidamente y por último se bañan.
Al atardecer, regresa el abuelo con algunos peones, los perros, las vacas y sus crías. Los becerros son encerrados en el corral chico y las vacas pasan la noche en el grande. En cuanto el sol se oculta, las gallinas las gallinas se reúnen en el patio para pepenar el maíz que la abuela o yo les regamos. Se escucha el bullicio de los animales que se alborotan y pelean por la comida, mientras que el abuelo le da de comer al caballo, al burro y a os cerdos. Las gallinas vuelan hacia los arboles porque finalmente los animales se preparan para dormir.
            Al terminar con los animales, nosotros nos disponemos a merendar. Lo que más recuerdo con agrado son las amenas pláticas del abuelo después de la tomar los alimentos. Los cuentos, las adivinanzas, anécdotas e historias que él solía contarnos a la abuela y a mí a la luz de la luna. Así mismo los grillos, las chicharras, las luciérnagas y alguno que otro murciélago que veíamos en la penumbra. Después de la amena plática  nos disponíamos a dormir aunque siempre pedía otro cuento u otra historia.
            El momento crítico llegó cuando mis padres nos fueron a visitar, anunciando su partida hacia la capital. Ellos venían a recogerme. Nuestros semblantes cambiaron inmediatamente, yo palidecí, me sentí  desprotegida, desamparada, un nudo en la garganta y las lágrimas aparecieron. Mis padres eran mis abuelos, no entendía ese atropello en ese momento. Los abuelos bajaron la mirada con los deseos de negar la petición, pero comprendían que mis padres tenían el derecho.
Mi vida dio un giro total, el cambio tan drástico del campo a la ciudad me causó depresión, tristeza y angustia. Tardé mucho tiempo en adaptarme tanto a la ciudad como a mis padres. Han pasado tantos años y aún siento la añoranza.

2 comentarios:

  1. Me hace recordar un parte de mi infancia, lo cual lo hace una historia en cierto punto algo intima pero a su vez logra ser comprensible.

    ResponderEliminar
  2. Decálogo del perfecto cuentista de Horacio Quiroga.
    Es un cuento muy ameno,es de lectura sencilla pues nos sitúa en el lugar del personaje a la perfección y provoca esa sensación a que es un recuerdo de la misma niñez.

    El uso de "Amanece, y las actividades en el campo están por comenzar." es un gancho a querer conocer mas de lo que pasa y no es tan trillado como el "Erase una vez...".

    En lo personal me gusto por que es breve,es fácil de imaginar y visualizar.

    ResponderEliminar