Visitas de la semana

13 abril 2013

Cosa de dos


Recuérdalo, por las dudas: todos los escritores inmortales se han muerto.
                                                        
                                     De Fernando Aínsa, “Olvido confirmado”.

¿Qué es lo que más desea una persona?   No lo sé, yo no soy exactamente eso, y si te preguntas quien soy, yo tengo la misma duda. Nací en una escuela cuando un profesor dejo una tarea, en la que todos sus alumnos crearon cosas majestuosas y un alumno poco respetado me creo a mí. Cuando el profesor me vio puso  cara pensativa durante una eternidad y dándole una palmada en la espalda lo animo a seguir esforzándose.
Al llegar a la casa mi creador estaba tan furioso que con lágrimas y maldiciones me hizo algunas modificaciones, es decir me golpeo y azoto, así que mis formas se modificaron. ¡Cuánto cambiaron las cosas! Si fue el día anterior cuando sus manos se deslizaban sobre mi metálica silueta, con excitante fascinación y un tibio cuidado. Su cara me anunciaba grandes cosas, sus ojos desorbitados casi no pestañeaban al tocarme exaltado. Hoy tiene esos mismos ojos mientras me golpea.
 ¿Ya te cansaste? ¡Pues para! Eso es, acuéstate. ¡No me mires de esa manera! Hasta pareciera que de nuevo te gusto ¡Estoy indignada! ¿Cómo me pudiste tratar así? Si eres capaz  de contemplarme extasiado, de haber gozado mi creación ¿Qué importa lo que diga el señor rechoncho de la mañana?
Por fin se durmió ¡Que gigantescas pestanas tiene! Que belleza le otorgan a sus ojos, y sus cejas, uff! En mi vida había visto cejas tan tupidas! Bueno, tal vez unas pocas semanas no sea mucha vida, pero…  pero que agradable es contemplarle.
Ya casi sale el sol, tengo miedo, ¿Cuál será su sentir al  abrir sus ojos para verme? No sé si tenga corazón, pero se destrozaría si él vuelve a rechazarme.
Han pasado ya cuatro anos. El ha hecho más creaciones, y de cada una, me pregunta mi opinión, reímos mucho juntos, porque a veces le salen unas cosas muy  chuscas. A mí me gusta verlo crear porque al hacerlo pone un rostro encantador, como si su alma se expandiese y entonces me lleno de celos, pero como él está contento, yo soy feliz.  Mucho tiempo temí  que llegaran, esas creaciones,  a ser más hermosas que yo, pero tengo la certeza de que a ninguna ama más que a mí.
Se acerca con un rostro desencajado diciendo “Es hora de madurar querida” pero pronto sonríe, está especialmente guapo, pero debo decir que me gusta más como luce sin esa cosa apretándole la garganta y ese suéter tan raro y cuadrado que llama saco. Con el tiempo entendí  que madurar significa que ya  casi no me  vería.
Un calamitoso día llevó a una intrusa a nuestra casa, era de belleza pasable, pero era una intrusa, una intrusa que definitivamente yo no quería en mi casa. El no me escuchó y al tiempo se casó con ella.
Casi lloro cuando la boba puso su gabardina sobre mi “NO SOY PERCHERO” le grite humillada
-Ohh mi cielo, no pongas eso ahí por favor-Dijo él, “Mi cielo”   pfff, yo no le veo lo azul, ni las nubes por ninguna parte.
La boba lo hace feliz, pero cuando ella no está, veo en los ojos de él  la frustración de haber abandonado su arte. Las cosas en la casa han cambiado, parece que ésta creció, hay más cosas en ella que la adornan. Siempre que mi creador llega trae ese hilo apretado en la garganta.
Hoy cuando llegó del trabajo, comenzó a llorar, de una manera que  lastimo mi corazón, la boba llego pronto, lo abrazó como me encantaría a mi hacerlo, él se refugió en su pecho, tras un largo rato el llanto cesó, ella no paraba de acariciarlo, pronto se quedaron dormidos.
La boba, ya no me parece tan boba, su nombre es Ariadne, y fue capaz de detener el llanto de El, así, se llama mi creador, y parece ser feliz con ella ¡ahh! ¡Está bien! Mientras él este bien, cuidare también de Ariadne.
Han pasado cuarenta años ya. El dolor empapa cara rincón de la casa, el llanto de Ariadne se escucha hasta más allá del patio, y el mío… si mi llanto fuere audible traspasaría la manzana.
Un señor rechoncho nos visitó esta mañana, vio las creaciones de El y las elogio grandemente, su feo rostro quedó embelesado al verme, ¡Hipócrita! Si fue quien hace años me desprecio y por cuya culpa, El, se enojoó conmigo. Le pidió a Ariadne llevarme con él, pese a mis pronósticos ella aceptó.
¿Son mentirosos o tontos? ¿Cómo pueden decir que algo es feo para después llamarlo divino?
Me tienen en una habitación muy grande, con muchos como yo, pero nadie que me iguale, hay muchas personas con copas en las manos, hablan de El, dicen muchas cosas buenas ¿De qué le sirve ahora?

12 abril 2013

Okapia johnstoni

Solitario por naturaleza. Su anatomía es peculiar y gran parte de ella se debe al parentesco que tiene con la jirafa. Pero no logro entender por qué su cuerpo es similar al del caballo, al menos ese es mi dilema y el de Sara, su cuidadora. Todos los días excepto el domingo viene a alimentarlo, bañarlo y limpiar, pero más que nada viene para no sentirse sola. Para el animal y para mi, la soledad es algo normal en nuestras vidas, algo que disfrutamos, pero para la humana es todo lo contrario. Siempre llega de muy buen humor, no hay día que no le sonría y lo trate bien, pero a él, le da igual su compañía.

-Hola Bilbo- lo saluda.

Empieza a limpiar su bebedero mientras que yo la observo desde mi lugar. Su mirada está apagada, no tiene su usual sonrisa y a su cara le hace falta ese brillo parecido al sol, el que ella siempre irradia.

El animal se acerca un poco a donde Sara está parada y ella le sonríe limitadamente. Agarra sus grandes orejas y las sacude, el animal detesta cuando ella hace eso pero sé que no la quiere hacer sentir mal, pues hoy le trajo mucha comida.

-¿Qué vas a hacer cuando yo me vaya?- le pregunta con tristeza.

¿Se irá? Tal vez encontró un mejor trabajo u otro animal a quien cuidar. No sé pero eso me causa algo de pánico, ella lo ha cuidado desde hace cuatro años, yo ya tengo muchos en el zoológico y me atrevo a decir que Sara ha sido la mejor cuidadora de Bilbo.

Las semanas pasan y ella comienza a ir menos días, en el mes de abril faltó una semana completa y cuando regresó el viernes, se veía cansada además de demacrada. Bilbo se acercó a ella y sus lágrimas empezaron a viajar a través de sus pálidas mejillas, quedé perplejo. Sara nunca lloraba.

-Bilbo, te voy a extrañar tanto, tal vez no me entiendas o no sepas lo que pasa a tu alrededor pero aun te quedan años por disfrutar, que daría yo por tenerlos.
Sara sollozaba y se abrazó del cuello del animal. Me quedé aturdido cuando descifré el significado de sus palabras. ¿Ella iba a morir? Una joven de 24 años, llena de vida y con tantas ganas de seguir adelante no sería más que polvo en poco tiempo. Había algo en la noticia que me causaba rabia, pero más coraje me daba saber que Bilbo lo tomaría como algo irrelevante.

El animal pasaba gran parte de su día comiendo de mis hojas, recargándose en mi tronco o apreciando la sombra que mi melena le proporcionaba. A él le gustaba estar solo. Herbívoro sangrón, no tomaba en cuenta los sentimientos de la chica, se mostraba apático cada vez que Sara iba a cumplir con su trabajo. Ella lo trataba como un tesoro, él era su amigo y confidente. El raro animal que casi nadie conocía, para Sara era extraordinario, un verdadero enigma.

Pasaron los meses y Sara brillaba por su ausencia. Los otros cuidadores la suplían, pero a pesar de su amabilidad, no había nadie como ella. Hasta el sol se escondía y las nubes se tornaban grises, el animal se comportaba diferente y mis hojas se escaseaban. Un día invernal, Sara regresó y Bilbo rápidamente trotó a su rencuentro. Los vi mientras intercambiaban un abrazo y ella le decía unas palabras con su carita empapada de lágrimas, Bilbo no entendía pero yo sí. Sara se estaba despidiendo.

La chica de cabello negro y ojos azules con sonrisa de princesa, la cuidadora de Bilbo, murió siete días después. La noticia la supe gracias a Elena, una de sus amigas, quien había sido asignada como la nueva cuidadora del animal. Pasó el invierno, el más frio que he vivido, y llegó la primavera. Mis hojas nacieron otra vez y el paisaje se tornaba verde, las flores salían de sus escondites y el sol volvió a resplandecer, pero a Bilbo, le hacía falta su mejor amiga.

El Okapi se sintió solo por primera vez en su vida.

10 abril 2013

Mi Señorita por Aymee Garcia

Mi Señorita.
Veo sus lágrimas bajar a toda prisa por su cara, una tras otra, parece un torrente de agua. Ya muchas veces me han tenido que meter a lavar por los charcos que dejan sus ojos sobre mí. Esta no es la primera vez que se siente así, en estos sietes meses, se la ha pasado llorando y yo mojada; pero es la segunda ocasión que se aferra en las noches de mi cuerpecito choncho, sin poder dormir y la tengo que soportar todo el tiempo que está en vela preguntándose “¿Porque a mí?, sin tener ninguna respuesta, tantas ganas tengo de gritarle, “¡Hey tú, deja de asfixiarme y vete a dormir!”.  Luego recuerdo que así me pongo cuando se me deshilacha las ebritas de mi traje y que ella lo limpia para verme más guapa. Entonces no me queda de otra que aguantarla una noche más.
Ya es de día, lo sé porque la música lleva sonando por cinco minutos y ella se levanta como si nada a arreglarse, sin darme gracias esta ingrata. ¡Ahhhhhh!, creo que esta esquelética me ha escucho, me aventó al suelo, ve, ahora me pisa como si no estuviera, ¿Qué ya se le olvido que estuvimos juntas anoche, ella llorando y yo ahí fungiendo de paño de lágrimas?, eso, devuélveme a la cama, muy bien, buena chica.  Ahora la escucho lejos y luego cerca con la cabellera de león, me arroga su ropa, se desviste, se viste, se lo quita, saca más ropa, no es una pasarela de modas, quédate con eso, te vez bien.  ¿Señorita, no piensa quitarme esto de encima?, ¡Apúrale! Viene tu mama y te va regañar, te falta el suéter, no soy tu perchero, eso,  muy buena chica. ¿Ya te vas? ¿No te despides de mí? ¡Qué bonito abrazo!
Bien, ahora me dejo sola.
¿Por qué se fue de negro? ¿Quién se murió? ¡No me lo dijo!,   ¡Ah!, cierto, el.  Tenía la cara pálida, mi señorita, no ha estado durmiendo bien, tampoco comiendo y se la pasa con el olor de  tabaco en el hocico, perdón  en la boca.  No me gusta verla así.
-          Azul, ¿por qué la jovencita, se la paso llorando anoche?
-          Oh, Doña Colcha, le han vuelto a romper el corazón.
-          ¿El muchacho de los ojos brillosos?
-          Si, ese, el mismo que conocimos en diciembre, el peje lagarto de febrero.
-          Pero ¿cómo?
-          Yo no soy para contarlo, ni usted para saberlo.
-          ¡Cómo eres Azul!
-          ¡No sea meche Doña Colcha!
Lo cierto es que,  mi señorita, llevaba varios meses así.  No duerme, solo me moja y me lava mis trajecitos que ya comienzan a descolorarse.  Ya no me veo tan guapa.  Antes,  me tenía toda bella cuando usaba mi vestido Rojito y me lo cambio por este feo trajecito azul. Sentía lágrimas de felicidad, ligeritas, brillosas y no me importaba mojarme de ellas, ahora estas están todas gordas, feas y me hacen perder mi esbelta figura.  Veo su boca desfigurada, como se alarga con el brote de ellas o en silencio. Como sus manos se las llevas a la cara y luego me golpea con ira.  Esta relación se ha vuelto violenta. Como pronuncia esas palabras románticas que su dueño ya no escucha y ese corazón, que se agita al pensar en su nombre, al recordar cada momento y sufre, como yo, porque yo ya no tengo de que alimentarme si no es de su agua. Por qué lo que me mantenía viva eran sus sueños, esa poesía que escribía en su mente, esa sonrisa con la que llegaba todos los días, esos ojitos que se alumbraban de ternura, ese amor con la que me leía historias y como lloraba con ellas. Cuando llegaba de la escuela y me abrazaba y me besaba diciendo “Hoy  tenemos mucho que soñar”.  Ahora me tengo que conformar con sus insomnios, lagrimitas, el trajecito azul, mi gorda figura y Doña Colcha. Qué triste es mi vida.
¡Espera un momento!
¡Son las 4 y está señorita no ha llegado! ¡Uhhh! La van a regañar.
La escucho, ¡mi señorita ya llego!  ¡Ven a darme un beso y un abrazo ingrata, que no me la he pasado hablando mal de ti de a gratis!
¿Señorita? ¿Está usted bien? Trae la cara embobada.  Señorita, ¿u-u-usted está sonriendo? Qué bonita sonrisa se carga ahora, se ve bella ¿Apoco ya se le quito lo amargada? ¿Se comió un chocolate?  ¡Ya se! ¿Me extraño? ¡Auu! ¡Espere! , tampoco se aviente de esa forma. ¡Auu! ¿Por qué me está abrazando así? ¿Señorita? ¡Hey no cierres los ojos y cuéntame! ¿Qué le trae así? ¿Señorita?, ¿Señorita?, ¿Señorita? ¿Por qué sonríe de esa manera? ¿No vas a llorar? Eso, ábrelos, ahora falta la boca. Te vez guapísima con tus ojos iluminados pero ¡Deja de sonreír y dime! ¿Dónde estuviste? ¿Con quién? ¿Con el peje lagarto? No, vendrías llorando.  ¡Dime! ¡Dime! ¿Ahora si quieres dormirte, eh? ¡Antes dime! , ¿Señorita que sucede?
-          Estoy feliz.

Por Aimée García.

Juan el Caín Valero por Alfredo Carvajal.

Juan el Caín Valero
xi me dejaran fumar este cuarto xeria menos aburrido igual la condixion fixica ya no me xirve para nada quixas con unos xigarrillos la expera no xeria exta perra que no deja paxar las horas
lo odiaba  xiempre fue axi el tan lindo e hipocrita yo el fuerte y torpe xu inteligencia xolo le xervia para meterse en problemas y ahi tiene que ir el hermano mayor a defenderlo y despues las gracias y ya no volvera a paxar pexe a que los dos xabiamos que en quinxe días xe le olvidarian xus promexas  xiempre  fue axi  cuando creximos  el se iba a las fiestas o a los bailes  y al parque con las jovenxitas y el maestro que xiempre me xeguia para que descanxara y yo con el pinche coraje por tener que dormirme temprano porque xi no el Bam Bam me mataria y el bailando pegadito con la hija rubia de los vexinos
 no xolo era exo  la vieja y el viejo xiempre lo conxentian que no le pegues al nene que es mas pequeño que tu pexe a que el xe la paxaba jodiendo con la pelota o burlandoxe del tamaño de mis manos que xe ria ahora o cuando prefirieron mandarlo a la univerxidad xin importar que xiempre reprobaba total yo ya xabía haxer algo
ayer vino el maestro y con lagrimas en los ojos me dijo que anoche llamaron para preguntar xi me interexaba pelear por el campeonato xi no llore fue porque el estaba llorando por los dos  le iba a preguntar por mi Maria Elena pero me dio miedo xaber la verdad de todas formas ya pa´ que es mejor estar axi xin xaber nada
carajo ¿porque en mi cama? cuando regrese de entrenar no lo creía mi Maria Elena en mi caxa con el que xe xuponia debia xer mi mejor amigo pa´ toda la vida como dexian mis viejos  tenia que xer ahora que ya habiamos dejado el paxado atras ahora que xaliamos de los bares abraxados pa´ no caernos cabron el que me levantaba en hombros cuando la pelea terminaba pero me paxo como xiempre miro todo colorado y a darle pa´ delante como los toros la mirada al xuelo y a embestir xe quixo haxer el valiente y me dio un volado de derecha  y me dejo grabado el anillo de graduacion en la frente despues mi Maria Elena defendiendolo y yo xiego me duelen las manos como despues de aquella contra el Fantasma Gomez cuando me fracture la mano en la xegunda vuelta 
puta madre las horas y la memoria no me xirven para nada la cruda que me dio despues de irme a perder en la taberna del Gordo Perez ya xe me paxo y me xiento igual o peor que haxe unas horas quixiera olvidarme de todo  
lo bueno es que mama ya esta a la derecha del xeñor xi no lo que xufriría por lo que le hixe a xu niño conxentido quien xabe lo que penxaria de su hijo mayor lo mas seguro es que ella acabaria mas dolida que los dos el viejo con los ojos rojos y el aliento a tequila xolo vino a decirme que ya no tiene hijos que para el todos estan muertos y yo que en lugar de xentirme mal me dio una felixidad que hixo que me olvidara por un momento de mi Maria Elena xolo ella me da tristexa
el abogado esta mañana me dijo que no hay nada que haxer en el pueblo xe me quiere pero a nadie xe le quiere tanto como para olvidar algo axi xin embargo conxiguió que xe me dejara mi ropa hasta que me prexente al juez xin ella lo mas xeguro es que me estaria muriendo de frio y cualquiera que haiga xido boy scout xabe que con un pantalon y una xudadera es faxil hacer un nudo
Alfredo Carvajal
xi me dejaran fumar este cuarto xeria menos aburrido igual la condixion fixica ya no me xirve para nada quixas con unos xigarrillos la expera no xeria exta perra que no deja paxar las horas
lo odiaba  xiempre fue axi el tan lindo e hipocrita yo el fuerte y torpe xu inteligencia xolo le xervia para meterse en problemas y ahi tiene que ir el hermano mayor a defenderlo y despues las gracias y ya no volvera a paxar pexe a que los dos xabiamos que en quinxe días xe le olvidarian xus promexas  xiempre  fue axi  cuando creximos  el se iba a las fiestas o a los bailes  y al parque con las jovenxitas y el maestro que xiempre me xeguia para que descanxara y yo con el pinche coraje por tener que dormirme temprano porque xi no el Bam Bam me mataria y el bailando pegadito con la hija rubia de los vexinos
 no xolo era exo  la vieja y el viejo xiempre lo conxentian que no le pegues al nene que es mas pequeño que tu pexe a que el xe la paxaba jodiendo con la pelota o burlandoxe del tamaño de mis manos que xe ria ahora o cuando prefirieron mandarlo a la univerxidad xin importar que xiempre reprobaba total yo ya xabía haxer algo
ayer vino el maestro y con lagrimas en los ojos me dijo que anoche llamaron para preguntar xi me interexaba pelear por el campeonato xi no llore fue porque el estaba llorando por los dos  le iba a preguntar por mi Maria Elena pero me dio miedo xaber la verdad de todas formas ya pa´ que es mejor estar axi xin xaber nada
carajo ¿porque en mi cama? cuando regrese de entrenar no lo creía mi Maria Elena en mi caxa con el que xe xuponia debia xer mi mejor amigo pa´ toda la vida como dexian mis viejos  tenia que xer ahora que ya habiamos dejado el paxado atras ahora que xaliamos de los bares abraxados pa´ no caernos cabron el que me levantaba en hombros cuando la pelea terminaba pero me paxo como xiempre miro todo colorado y a darle pa´ delante como los toros la mirada al xuelo y a embestir xe quixo haxer el valiente y me dio un volado de derecha  y me dejo grabado el anillo de graduacion en la frente despues mi Maria Elena defendiendolo y yo xiego me duelen las manos como despues de aquella contra el Fantasma Gomez cuando me fracture la mano en la xegunda vuelta 
puta madre las horas y la memoria no me xirven para nada la cruda que me dio despues de irme a perder en la taberna del Gordo Perez ya xe me paxo y me xiento igual o peor que haxe unas horas quixiera olvidarme de todo  
lo bueno es que mama ya esta a la derecha del xeñor xi no lo que xufriría por lo que le hixe a xu niño conxentido quien xabe lo que penxaria de su hijo mayor lo mas seguro es que ella acabaria mas dolida que los dos el viejo con los ojos rojos y el aliento a tequila xolo vino a decirme que ya no tiene hijos que para el todos estan muertos y yo que en lugar de xentirme mal me dio una felixidad que hixo que me olvidara por un momento de mi Maria Elena xolo ella me da tristexa
el abogado esta mañana me dijo que no hay nada que haxer en el pueblo xe me quiere pero a nadie xe le quiere tanto como para olvidar algo axi xin embargo conxiguió que xe me dejara mi ropa hasta que me prexente al juez xin ella lo mas xeguro es que me estaria muriendo de frio y cualquiera que haiga xido boy scout xabe que con un pantalon y una xudadera es faxil hacer un nudo
Alfredo Carvajal

Mi billi Por Viry Ibarra.

Mi Billi                                            Por: Viry Ibarra
¡Wow! Está obscuro, sin embargo, prefiero esta oscuridad a la oscuridad del corazón de los hombres.
Billi, era la jovencita mas intrépida y salvaje de su época, claro que en el año 1922 cualquier mujer que mostrará la mínima señal de libre albedrio era considerada así. Pero Billy no era sólo una pequeña muestra de  audacia y rebeldía, ella en verdad era un espíritu libre, no hubo Safari celebrado en la sabana Africana al que no fuéramos mi Billi y yo, como su libro favorito era mi deber lucir siempre amable y fiel en su bolso, claro que mi lugar favorito era entre sus manos o en su regazo. Recuerdo con nostalgia aquellas calurosas tardes en que observábamos a distintos animales;  elefantes, jirafitas, guepardos, antílopes, etc. Pero nuestros favoritos eran las cebras y las leonas. Y así transcurrieron nuestros días; ella ganando años y yo perdiendo hojas, sin darnos cuenta transcurrieron sus años de gracia y por imposición paternal Billi, se casó. Ni ante la domesticación fui abandonado, a escondidas de su marido acudía a mis paginas para escapar a las memorias de nuestras hazañas; comenzaba siempre suspirando, sonreía y cuando menos advertía caía una lágrima indiscreta y amarga para los dos que me erizaba el lomo. La parte agridulce de nuestra historia fue cuando llegaron las cadenas, si esos seres pequeños y adorables que a mí no me engañaban no eran más que parásitos, esos tres bribones se alimentaron de mi Billi, no hubo más que ver como acabaron con su frescura, su juventud, su belleza, sus ilusiones y su alma. Siempre me he de preguntar; ¿qué hicieron con sus mejillas encendidas, sus ojitos brillantes, su pelo destellante, su figura sutil? ¿A dónde es que la dejaron?  Mi Billi, no era ni una ligera insinuación de lo que conocí, pero aún después de sus tres tragedias, para mí era la mujer más bella. Con la misma estrategia, Billi me visitaba durante la noche o cuando las bestiecillas dormían. Esas “cosas” crecieron y con ellas las angustias de mi Billi, que en períodos intermitentes hasta parecía disfrutar de su agonizante labor; criar a sus alacranes, era así cómo los veía. A mi sus dulces caritas no me engañaban, que si no sabré de instintos y de ponzoña, desde que recuerdo viví observando animales y alimañas. Hay mi pobre Billi, les dio todo y estos rapaces no descansaron hasta dejarla postrada en una cama y ni así cesaron de alimentarse de ella. Ella agonizante, incapaz si quiera de sostenerme. Un día rodeada de buitres, como de costumbre, anunció que no dejaría sus bienes en manos de ninguno de sus hijos, y en trémulas palabras me nombró su heredero universal ¡ay! Mi Billi, que ocurrente. A sus hienas no les causo nada de gracia; no entendieron el mensaje de Billi. Así que la declararon demente senil y al morir, me enterraron con ella.

Producto en rebaja

Las gotas se filtraban en aquella columna que amenazaba  por derrumbarse, mientras yo adornaba el cuello de Sara , llenándome de las distintas bacterias que  descomponían su cuerpo.
La lluvia recorría toda la zona y nadie parecía ser capaz de tomarme, como ella lo habría hecho cinco noches atrás. Recuerdo que  fue un lunes en la mañana, el dueño de la tienda, exhibía mis colores apagados en un estante de productos en rebaja. He de decir que le costó mucho venderme, dado a un grabado borroso que simbolizaba en el pueblo la muerte. Ella era muy escéptica y terminó por  comprar a este exótico objeto, que al parecer terminaría acompañándola por un largo tiempo. Al salir, acomodó bruscamente las cadenas que moldeaban mi oscura forma, en su tatuado cuello. El atardecer aturdía poco a poco los ojos, tanto que mantenerlos abiertos se hacía difícil y aquel potente ruido no dejaba escuchar la despedida del sol. De pronto, empezaba a brotar la sangre, esta chica había comenzado una pelea callejera, que probablemente perdería. Realmente el mareo se hacía intenso en cada movimiento que Sara daba, esto acabó a los 30 minutos con un fuerte golpe que rasgó profundo en ambos cuerpos  y los sonidos lejanos de la autoridad solo traerían desdicha y  obligada ayuda.
El hospital olía a desesperanza, la transfusión sanguínea se percibía  inútil, Sara perdía la fuerza. Dos días después reaccionó, pero la libertad  le costó,  el ser como una simple prostituta barata, ya que no tenía el suficiente dinero para pagar su fianza y yo no tenía un valor muy alto.
Volvió  a su caminata, se recargó sobre la sombra del viejo sauce, miró al abismo, lo observó llegar y sintió su arrastre. He ahí, la razón por la que estoy en este paraje, donde triste, se van oxidando mis partes e incluso las palabras construyó en rimas para no perder la cordura, hasta que encuentren a  esta perfumada alma y a su peculiar fan. 

Un día de castigo



Un día de castigo

Al llegar el alba, empiezo a despedirme del encanto que noche a noche me envuelven y me seducen los sueños.
Los seres humanos nos  caracterizamos por nuestro  raciocinio, dicen ellos. Pero así como los veo... entre más los observo,  ¡más amo a los caninos! Lo que sí me preocupa es Carlitos; Chayito sigue haciendo de las suyas con él y sus padres parecen aprobar su comportamiento. Carlitos, a pesar de que se le encomiendan mayores trabajos en la casa, los realiza con gusto y con agrado, porque se ve que le gusta ser servicial. Él es un niño noble, simpático, alegre y cariñoso, sin embargo ellos se hacen de la vista gorda, al permitir que Chayito lo ofenda de esa manera. El hecho de que él sea un niño adoptado, y de pilón muy morenito,  eso no quiere decir que no tenga derecho a ser querido al igual que Chayito.
No es posible que me den más afecto y atención a mí,  que a Carlitos  que es un ser humano. No se me hace justo,  -¡protesto!-  ¿Y esos son los humanos?  Prefiero ser lo que soy. Solim.  -¡Ven acá!- Te quiero aquí pronto, me gritó Chayito. Si no me obedeces tendré que castigarte. Te encerraré junto con Carlitos; ¡ya lo verás! Pues no van a creer, nos encerró a los dos en el cuarto donde guardan cosas que no ocupan.
Dentro del cuarto, echado, pensando que hacer, me dije: Pues..., podemos aprovechar ese tiempo y divertirnos, la verdad es que disfruto mucho jugar con él, porque me trata con cariño y él sabe que es correspondido.   Chayito escucha cómo nos divertimos. Oigo sus pasos al acercarse, y ¿qué les cuento? Que ella quisiera estar castigada adentro junto con nosotros, Pero noooo, más vale que no entre, se le puede voltear el chirrión.  ¡Lo bueno que acabo de despertar!

Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos.
Julio Cortázar.
Daniel y Olivetti
¿Así que ya viene de regreso “Su magestad”? ¿Ya te sientes inspirado otra vez? ¿No me digas que adquiriste mágicamente el talento de Carlos Fuentes? Si, adelante, con confianza, siéntate sobre esa silla debilucha, sin ninguna gracia como tú, ¡JA! Que buen chiste, si tuviera voz estaría riéndome de ti a carcajadas. Lástima que no puedo, porque si pudiera, seguramente sería la única risa que escucharías a kilómetros de distancia en mucho tiempo. Que patético hombre, pedazo de evolución inconclusa, vienes a mi como si yo pudiera resolver tus nudos emocionales, cuando en realidad no sabes ni que escribir, solo llegas, aplastas unas teclas, construyes algunos enunciados, insatisfactorios por supuesto, te tiras dos o tres veces de tu lacio cabello, adoptas pose de pensador, y ya, listo, ahora eres otro escritor frustrado que malgasta papel en un solemne artefacto como yo, tu magnifica y esplendida máquina de escribir. Que extraño te vez hoy Daniel, tienes las pestañas húmedas. No me has tocado, solo estás sentado observándome ¿qué te crees? ¿qué estaré aquí para ti siempre? Pues sí. . . Esperen, esas dos líneas me hacen ver como una mujer celosa. Aclaro, estimado lector, pertenezco al género masculino y mi nombre es Olivetti. Soy desafortunadamente la máquina de escribir de este muchacho sin talento, Daniel. Cuando nos ensamblan, en las fábricas, nosotras las máquinas de escribir, soñamos con ser la herramienta para una creación literaria perfecta, estamos hechas para eso, pero en mi caso, solo acompaño al escritorio de Daniel y a Daniel, me guste o no, soy su única compañía, pues últimamente se ha dedicado con profesionalismo a alejar la vida humana de su departamento, ya ni siquiera recibe llamadas de sus padres.
 ¡Auch! No aplastes las teclas tan fuerte, simio sin rasuradora. Mira nada más. . . tecla, tras tecla, que fluidez Daniel, me sorprendes, sigue así buen muchacho, continua así divina creación de Dios, estás haciendo un excelente trabajo. Veamos, permítanme leer. . .
Te quise desde el momento que te vi cruzar esa puerta, con la falda de tu vestido volando a tu paso de bailarina, tu siempre tan desinhibida, sin pudor, con un escote sensual hablando de sexo  inconcluso con tus amigas las alcohólicas y nunca te vi beber más de tres copas. El día que decidí hablarte, me vi convencido de no haberme equivocado antes, eras sin duda una mujer esplendida. Quererte no será nunca suficiente, quererte es nada, decir que te quiero, es burlarme de mi propio sentimiento, porque no te quiero Valeria Bailarina, pero tampoco te amo, porque amar no dolería como muerte, y la muerte me siento hoy mientras te escribo. Podría llorar durante horas tus mentiras, pero deseo tu cuerpo tanto como deseo tus mentiras, sin ellas ese misterio tuyo que tanto adoro no existiría. Pero has tomado con tus diminutas manos blancas mis entrañas, tiraste con fuerza de ellas, jugando a quererme, y a quererlo. No sentiría tanta culpa en mi pecho si no se tratará de mi amigo. 
¿Daniel estás llorando? ¡Carajo! ¿Por qué no puedo hablar? ¡Daniel, muchacho, no te jales el cabello así! ¿Daniel a dónde vas? No te vayas, no me dejes así, no puedes irte sin terminar esto. Ahora lo entiendo todo, eso explica porque Gabriel ya no lo visita, eso explica las discusiones, el aislamiento. Siempre supe que esa chica no traería nada bueno, desde el primer momento en que la vi, parecía una gata coqueta y traicionera; hipócrita y empalagosa, como esas gatas de la calle, que se acercan y te seducen con dulzura para ser alimentadas y luego marcharse. Demasiado bueno para ser cierto, la vi jurarle amor tantas veces en su cama, terrible situación. Viejo amigo, compañero de papel, estimado Daniel, si pudiera hablar, te dedicaría palabras de aliento. Y ya que no puedo, te presto mis letras para que escribas conmigo lo que desees.
Lleva semanas planeando esto, y por fin veo resultados, ya trajo las cajas, tiró todo lo innecesario, eso me alegra, se deshace de aquello que le trae malos recuerdos,  las fotografías instantáneas de Gabriel, los dibujos de Valeria con sus zapatos de ballet. Es una verdadera lástima que Gabriel ya no quisiera escuchar. Pero si no hay nada que hacer, es mejor que no le ponga más sal a sus heridas y siga adelante. De cuando en cuando le veo una sonrisita de entusiasmo, escuché que nos vamos a Madrid. 

Un bar.



Estábamos en el bar. Ella, disfrutando de todo, y yo, esperando a que recordara mi presencia. La veía pasearse felizmente de una mesa a otra, conversar con los invitados y bailar de cuando en cuando, siempre con la copa en mano. Sonreía coqueta, disfrutaba de su fiesta, mi amiga estaba contenta. No quise acercarme para no arruinarle el momento. Apenas hacía una hora que estaba allí y ya me quería ir. Todos conversaban, bebían, bailaban, y yo, bueno, yo solo observaba a los demás.
Desde mi lugar en la barra tenía vista panorámica y, mientras prestara atención, podía verlo casi todo. En la mesa de la esquina, sus primos, riendo y brindando por no sé qué cosa; más al centro, sus nuevos amigos: el de lentes haciendo sonrojar a la rubia, la morena seduciendo con la mirada al de la mesa de enfrente, el fortachón siguiendo con la mirada a mi amiga y el grandote hablando fuerte con el resto; a mi izquierda, otros más que no logro reconocer, han de ser los del equipo de vóleibol, por las señas que hacen y la emoción notoria en su conversación seguro lo son; a mi derecha, el cantinero y a mi espalda, la ventana.
Busco a mi amiga y no la veo, pero lo encuentro a él... Samuel. Sentado al otro lado de la barra, observando su trago, pensativo, dibujando círculos imaginarios sobre la madera. Nunca hemos tenido una conversación formal pero, desde la primera vez que lo vi, he sentido una atracción que es difícil de ignorar. ¿En qué está pensando?... ¿me acerco?... ¿qué le digo?... Su mirada se desvía y choca con la mía. Sonríe. Le respondo con una sonrisa apenada y me volteo.
Paso la vista sin detenerme en nada y viéndolo todo, al parecer nada ha cambiado. De pronto Daniela se acerca, tan sigilosa que me toma por sorpresa. Sus ojos cristalinos y notoria sonrisa indicaban que tenía rato bebiendo, pero no tanto como para caminar desbalanceada, la elegancia permanecía en ella. Conversamos un poco y luego continuó su recorrido, dejándome sola, de nuevo.
Vuelvo la mirada a donde él se encontraba, ¡tarde!, ya se había ido. Desilusionada, llamo al cantinero y pido una Margarita, ya estaba ahí, era lo menos que podía hacer: beber. Intento buscarlo de nuevo, con la esperanza de encontrarlo entre la multitud, nada, ya no estaba. De pronto sentí un escalofrío cuando alguien deslizó suavemente su mano por mi cintura y, asustada, dispuesta a soltar un golpe, giré rápidamente. Valla sorpresa que me llevé.
-¿buscabas a alguien?- sonrió irónicamente, sabía que lo buscaba a él.
Estaba ahí, frente a mí, viéndome directo a los ojos, tan varonil, tan perfecto. No supe que responder. Nunca creí que este momento sucediera en verdad. Me limité a sonreír, no pude hacer más.
-¿Puedo acompañarte? – dijo con voz profunda.
- Si, un poco de compañía no me vendría mal en este momento – sentía como se aceleraba mi corazón por los nervios. Traté de no pensar en ello y seguir como si no pasara nada.
El cantinero me entregó la Margarita. Samuel y yo iniciamos una larga conversación, bebida tras bebida, risas y miradas coquetas que se hacían más intensas conforme transcurrían los minutos. Hablábamos de todo: gustos, disgustos, experiencias, recuerdos, familia... todo. Descubrí que él era aún más de lo que aparentaba, era simpático, amable, inteligente, caballeroso y eso lo hacía más interesante de lo que creía. Me gustaba, y él lo sabía. Le gustaba y yo lo sabía.
-¿quieres ir a un lugar más tranquilo? – Propuso seductoramente.
- ¿A dónde? – me hice la inocente.
- A mi casa – no dudó ni pensó para decirlo.
- Está bien, vamos.-
Al salir, vimos que el bar no estaba tan lleno como horas antes. Quedaban Daniela y sus nuevos amigos y unas cuantas personas más. Nos despedimos de mi amiga, quien me dirigió una mirada pícara y salimos del lugar. Nos fuimos como dos desconocidos, dispuestos a conocerse.

Corazón de papel
Dicen que lo que se quiere nunca se olvida, pues a mí me olvidaron. El polvo y las telarañas ya me cubrieron, no he tomado aire fresco en años, mis hojas se tornaron amarillentas y mi portada se deterioro. ¿Cuántos años abran pasado? Aún recuerdo ese día, estaba en un librero parecido a este pero en condiciones muy distintas, veía a través del vidrio, toda esa gente pasar y rara vez alguien entraba, cuando de pronto apareció ella, esa jovencita, delgaducha, pálida y con unos grandes lentes, la vi por varios minutos, mientras veía otros libros, yo desesperadamente gritaba ¡Escógeme!¡Llévame a mí!, aunque sabía que no me escuchaba parecía que la magia había surgido efecto, me vio y rozó mi lomo para después tomarme entre sus manos dibujándosele una sonrisa en el rostro que solo se borro para exclamar: ¡Te encontré! Escuchando por primera vez su cálida voz, pensé que ese momento nunca llegaría, salimos de la tienda y me llevo todo el camino bajo el brazo.
En ese momento pensé que mi vida cambiaría  pero no, ahora preferiría estar en una librería que aquí para ver si caigo  en mejores manos, la magia se acabo, por varios días todo era Rayuela esto, Rayuela lo otro, Rayuela, Rayuela, si me llamo Rayuela un nombre extraño ¿no?, no es de mi agrado pero me lo puso mi papá, el si tiene un nombre bonito, Julio Cortázar, Cor-tá-zar, es grave y lindo, suena que es una persona importante, me siento orgullosa de ser algo suyo aunque no lo conozca, ¿Dónde vivirá? ¿Seguirá vivo? Espero que sí; pero volvamos a lo anterior, la emoción duró una semana, después de eso yo andaba de la cama al sillón, del sillón a la mesa hasta que llegue a la ultima repisa del librero, me sentí destrozada, no hay nada peor para un libro que estar abandonado, lo único que podía hacer aquí era dormir, dormir y dormir, lo llame una hibernación literaria; despertaba cada cierto tiempo y todo a mi alrededor era diferente, las paredes ya no eran verdes y había una lámpara nueva, pero yo seguía donde mismo, la chica nunca regreso, recuerdo haber escuchado otra vez su voz junto con otras, había mucho ruido, decían que siga la fiesta, sírveme más de eso, que se estaban divirtiendo mucho, no lo entiendo, hay mas diversión en mis paginas, soy mejor, debería recordar los momentos que pasamos ¡ah! ¡Qué divertido! Solo deseaba que se callaran y apagaran la música, quería descansar, no me quedaba de otra, dormir hasta que alguien viniera a hojearme.
Volví a despertar, ahora lo único que quería era que me quitaran el polvo de encima me siento tan sucia, los observe ellos estaban frente a esa caja de imágenes, afuera caía agua que comenzó a filtrarse a mi casa de madera, le gritaba ¡Hey! ¡Hey! ¡Me voy a mojar se van a borrar mis letritas! Pero se hicieron los sordos y termine empapada, esperaba que se dignaran a secarme, pero nada; pasaron los días y me seque sola, me llene de manchitas y olía extraño, había perdido mi perfume natural que ella tanto disfrutaba, creo que estaba enferma y si lo estaba, me quede dormida.
Sentí movimiento me reanime mecánicamente, que pasaba, vi mi entorno y había pequeños, eran flacuchos y pálidos, de seguro eran de mi chica, ¿Ya había transcurrido tanto tiempo? ¡Dejen mi mueble! Tal vez ellos me lean, pero no fue así, se pasaban los días frente a la caja de imágenes, porque lo hacían, que le ven de interesante yo no le veo nada, a lo mejor yo no tengo imágenes pero contengo una historia que te hará crear tus propias imágenes y aumentara tu creatividad, eso es mejor, ¡Vengan a mi pequeños! Se los agradeceré por siempre.
Alguien se acerca sigilosamente ¿Quién es ella? ¡Oh! Es mi chica, ya no está flacucha y no tiene esos enormes lentes, esas manos acercándose a mí como el primer día, pero ahora no había una sonrisa en su rostro sino un gesto de desaprobación, ¿Por qué? Sé que he estado enferma y me miro mal pero no es para tanto, además fue su culpa, espera ¿Qué es eso? ¿Una caja? No, no, no, no me metas a una caja ¿crees que no me ha sido suficiente estar todo este tiempo olvidada en un librero que ahora me quieres meter a una caja? No lo hagas por favor, por más que suplico no sirve de nada, ya es tarde, no estoy sola también están Aura, Lolita, Tom Sawyer, Anna Karenina y el Coronel que no tiene quien le escriba ni quien lo lea; nunca había estado fuera de casa pero creo que nos llevan a tomar aire ya nos hacía falta, todo es más bonito aquí, hay muchos colores, esta calientito y vemos a nuevas personas pasar.

Figuras


Nos encontrábamos en aquella reunioncita de ley que celebrábamos cada que obteníamos un incremento en nuestros lectores; aunque creo que sólo en las ventas, he conocido a esas señoras que gozan de limpiar sus mesas de vidrio con encabezados sanguinolentos. La reunión que casi siempre transmutaba a jolgorio con fin hasta que el sol mostraba sus rayos en perpendicular, se oficiaba en casa del director; sujeto que gozaba más de la censura que de la información.
Yo no disfrutaba de las aglomeraciones, nunca he sido una persona gregaria. El único individuo al que podía llamar mi amigo era a Fabián, a él lo había conocido hace poco mientras realizábamos una investigación acerca de un fraude cometido por el gobernador de Zacatecas, de ahí en fuera todos los periodistas de Figuras tenían pelos en la lengua. Nosotros habíamos buscado la manera decolaborar en otro periódico que no se dejaba llevar por opiniones amarillistas o por el dinero que soltaran las personas en el poder. Los datos de nuestra investigación se confirmaban;  por ahora teníamos que resignarnos con el sueldillo que ganábamos en este periódico de ínfima categoría, entretanto conseguíamos “curriculum”.
Mi amigo me había convencido de ir a esa reunión; decía que conviviera, que tratara de darle la vuelta a los temas causantes de discordia con los compañeros, pero yo no podía, ese gesto lo sentía hipócrita en mí. Fabián platicaba con los colegas, mientras yo sólo observaba el contacto de su labio superior con el inferior y el asomo de sus lenguas y dientes, aturdido por el coro estridente de las voces licuadas con la música; hasta que vi a ese individuo a distancia de un metro, sonreía con un dejo burlón a cada comentario del trío que se encontraba frente a él.  Notó que lo observaba extrañado por su risa y entonces vino a mí con su mochila gris colgada del hombro derecho, yo era el único que permanecía alejado del alboroto, exceptuándolo.
Se presentó como Martín Sánchez, me dijo que venía de la Ciudad de México, buscaba tranquilidad en algún sitio poco poblado. Era periodista al igual que la mayoría de los ahí reunidos, el director lo había invitado a formar parte de Figuras; él lo estaba considerando. Se sentó a mi lado, me presenté y le dije que efectivamente Zacatecas era una ciudad poco poblada, sin embargo de pacífica no tenía mucho. Me declaró que venía huyendo del centro del país por la simple razón de ser el ombligo y la incubadora de delincuentes más grande en México. Delincuentes disfrazados de políticos, delincuentes que se cobijaban en el discurso del hambre, de la necesidad. Percibí el coraje en sus palabras y pensé que simpatizaría con él, me apresuré a sustituir la imagen ligera de Zacatecas por otra mucho más pesada, le conté de la noticia que azotaba a la región, pero como siempre era disminuida por periodiquitos como Figuras, el nombre del diario lo decía todo.
Le confesé que aproximadamente una decena de personas habían sido asesinadas en los últimos tres meses, en ellas se encontraron rastros de una antigua arma azteca, una combinación entre mazo y espada, el macuahuitl. Mi interlocutor se mostró sorprendido y decepcionado ante tal revelación. No me contestó hasta pasados un par de minutos, diciéndome que aguardara, que iría al baño.
En cierto grado me encontraba contento por haber conocido una persona afín a mis convicciones. A la espera de Martín, volví a observar con atención a la gente que invadía la sala, ahora me parecían más patéticos que hace unas horas, se encontraban seducidos por los ingredientes del licor, sus lenguas arrastraban las palabras, su mente no las digería, las escupía enteras. Fabián se hallaba en el cuarto contiguo, lo veía recargado en el marco de la puerta, tratando sostener al mundo a causa de su borrachera. Me encontraba viéndolo cuando una señora que estaba hasta las copas tropezó con la mochila de mi nuevo amigo, se sostuvo en mis brazos, no cayó, siguió su camino hacia el baño. Recogí la mochila, la puse sobre mis piernas, pero ésta me invadió de humedad; la levanté, sobre mi regazo, unas gotas de tinta roja con olor a óxido.
El estupor me dominó, abrí la mochila con manos temblorosas, ahí estaba el macuahuitl con el filo desgastado y vestigios de sangre; algunos recortes de los asesinatos se hallaban  dentro de una bolsa transparente. Al que llamaba mi nuevo amigo no era más que un asesino, de lo que según él había huido de la Ciudad de México ¿Ahora que seguía? ¿Qué tal si yo era su siguiente victima? Lo vi salir del baño tan despreocupado, sin un signo de lo que había sido hace unos minutos cuando le conté de los asesinatos, ya no mostraba esa nitidez con la que se le ve a lo de este mundo. Se dirigió hacia a mí con una sonrisa y me dijo -hola Martín, estoy de vuelta-, se fundió en mi cuerpo. El director era el siguiente.

Cuauhtémoc en llantas


Cuauhtémoc en llantas

Brum, brummm, bruuuummmm ¿cuántos autos pueden pasar al día? bruummm ¿cuánta prisa tienen estos humanos? brummm, no los entiendo. Llevo aquí muchos años y no he visto nada que valga la pena por tanta prontitud ni el calor que en ocasiones golpea con gran severidad puede ser la escusa perfecta para tanto caos en la Av. Paseo de los Héroes. Las personas pasan de un lado a otro, sus aspectos cansados y con rostros estresados me hacen sentir que todo ha cambiado, ¿ganamos la guerra? no lo creo, si el imperio poderoso que encabezaba hubiese ganado jamás los habría dejado tener la vida que ahora poseen ni mucho menos les permitiría vestirse como ahora están ni utilizar esos objetos que hacen un sonido de jaguar, creo que les llaman automóviles, por eso están gordos, gordos y feos. Se ha perdido todo sentido a la vida y yo aquí, sin moverme, inerte, haciendo sombra a los conductores que, desequilibrados mentalmente, se logran pasar algún semáforo en rojo entre una oleada de recuerdos de su madre ¿de quién es obra todo esto? quizá fueron esos españoles de kuitlatl ¡pero qué desastre con esta nueva era! mujeres que parecen hombres y masculinos que parecen hembritas, todo está patas arriba ya ni se acuerdan de agradecerle a los dioses las riquezas de la vida ni a la naturaleza por sus dotes dados, ojalá y no se entere mi dios Quetzalcóatl que vergüenza me daría decirle —mi señor, he perdido la guerra y han hecho de tu tierra un lugar de perdición— y todavía, después de eso, explicarle que son unos “desmadrados” han olvidado toda raíz con nuestra cultura ¿qué clase de nantli los educó? seguramente una blanca de ojos azules y de olor repugnante, llena de enfermedades, ha de haber sido una jispantekatl ¿por qué les permitiste procrear diosa Xochiquetzal? Simplemente vinieron a contaminar la especie.

Brummmm  ahí van de nuevo, dan vueltas y vueltas por mi glorieta, como aves de rapiña, muchos ya ni me voltean a ver, yo, Cuauhtémoc, tlatoani del último imperio Mexica olvidado y pegado en medio de tantos carros que esparcen humo negro en la atmósfera. Mis dominios dejaron de ser de este mundo, tan sólo me quedan aquellas aves del cielo para contemplar con gran alegría el mundo de los animales, de la naturaleza, ellas me hacen compañía, algunas reposan sobre mis hombros y cantan en mi oído mensajes de amor, como el Quetzal hermoso de las selvas de mi tierra, plum plum, pero ¿qué es esto? ¡Oh avecilla maldita! ¿Cómo te atreviste traidora? yo hablando grandezas tuyas y vienes tú a pagarme con una “cagada” ¡largo de aquí sinvergüenza! te aprovechas que ni siquiera puedo espantarte de mi regazo. Seguramente me han maldecido los dioses por no haber ganado esa dichosa guerra, hecho de metal y contemplando la miseria humana, decadente y efímera ¡qué desastre! ¡Qué verdadera tristeza!

Vuelvo a despertar en el mismo sitio, los mismo paisajes, el mismo olor a humo ¡vaya! hoy no hay tantos carros como otros días, ha de ser por la incesante lluvia que dejó caer mi señor Tláloc ¡demonios! de nuevo mi cuerpo se cubre de manchas verdes, esa bendita agua me las provoca, todo por el decadente metal del que estoy hecho ¡de piedra me hubieran creado esos desdichados! para durar una eternidad y verlos morir bajo los pies de su propia destrucción porque ellos son sus únicos rivales, sus guerras son sus propias vidas, enfrentamientos que día a día lidian con la realidad y la muerte será su liberación. Piiiii piiiiiiiii piiiiiiiiiii ¡Pero qué rayos! ¿Qué es todo este alboroto? ¿Qué no estaba solo en esta lluvia que invita a la reflexión? ¿Por qué esos salvajes conductores hacen sonar sus claxon? ¿Y de dónde salieron tantos? A penas me pierdo en mi inconsciencia y ya me encuentro rodeado de un gran número de hombres con feos rostros pintados de rojo y negro ¿qué significarán? tal vez el dios Mictlantecuhtli ha traído a sus ajachtli para sacarme de este martirio y llevarme al descanso eterno ¡Ay no! no, no puede ser, son esos hombres con cerebros de mono, al parecer han ganado los “Xoloitzcuintles” ¡por qué dios Quetzalcóatl! ¿Por qué me maldices de esta forma? En el tiempo prehispánico esos perros eran nuestra comida. Estos tipos corren, gritan como pariendo a un chilpayatl y su música infernal que retumba en mis adentros, un cuerpo hueco de cobre, sin corazón, frío… ¡oye tú, ser inferior, qué te has creído para irte a parar en mis pies! ya ni terminar mi poesía puedo, estos horribles parásitos chupa sangre en mis tiempos los hubiera mandado matar por salir del orden social, si tan sólo pudiera mover este makuauitl para darles a todos en la cabezota y mandarlos con el dios del inframundo o mínimo para acabar con mi vida.

Por fin el ruido se dispersa brummm, vuelve el orden, otra vez los carros pasan a gran velocidad bruuuuuumm, de nuevo el dios Tonatiuh ha salido y encandila la avenida son sus rayos calientes, siguen pasando los autos, uno a uno, continúo sin poder entender esa mentalidad humana del siglo veintiuno de hacer las cosas repetitivamente. Bruuuummm, si veo a estos seres por el lado amable, tal vez con todo lo que ahora poseen hubiera podido ganar la guerra… o ¿no?, qué locura, estoy pensando como uno de ellos tan interesadamente egoísta, brummm, o ¿tal vez sí? Brummm, muchos objetos de acero con ruido infernal pasan frente a mí, no se paran ni si quiera a saludar, me han dejado en un eterno olvido. Ya ha pasado otro día más y sigo preguntándome ¿cuántos autos pueden pasar al día por esta avenida?...

Diccionario de palabras en náhuatl: http://aulex.org/nah-es/?fb_action_ids=470388296361085&fb_action_types=og.likes&fb_source=timeline_og&action_object_map=%7B%22470388296361085%22%3A10150117184432675%7D&action_type_map=%7B%22470388296361085%22%3A%22og.likes%22%7D&action_ref_map=%5B%5D