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12 febrero 2013

Nocturno cuerpo



La noche siempre le pareció, en tiempos de invierno, un hermoso cristal que separa al cuerpo de la prenda cálida que es la piel del mismo. Sin embargo, ese invierno y esa su noche fueron más fríos que un abrazo a la dama nocturna. Quizá porque  le fue ausente la presencia de sus tersas telas al menudo cuerpo o porque el helado brazo envolvió a su frágil cintura obligándole a olvidarse por completo de que existía una piel que lo cubría. Cayendo, así, ante frívola presencia.

Mudable compañera es la noche para el alma sin consuelo. En efecto, cuando es esta, el alma, sensible existencia frente a cualquier suceso humano; de ahí que el invernal brazo la penetre.


Noche. Tenues luces iluminaron la última alcoba de la casa. Desconocidos cuerpos desnudos se contemplaron. Uno vio los blancos senos; el otro, el fuerte abdomen. La joven dejó escapar de sus escarlata labios un débil suspiro; el joven de sus oscuros ojos, un dorado fulgor. Súbitamente se volvieron a la pared.

-No planeé enamorarme; créeme, aunque me ame no quiero ese amor que ya amo- dijo antes de marcharse y después de despedirse de Gabriel.

Atardecía. Gabriel, como le era costumbre, salía, luego de comer, de la hermosa residencia de su enamorado amigo.

Solo se quedo éste  invadido por aquellos pensamientos que le hacían rechazar el fervoroso amor que por una bella y desconocida mujer sentía. Ella su ausente compañera, más ausente que el olvido, ignoraba que un hombre con intenso amor le amaba.

Acariciado por el negro ósculo de la noche y fatigado por la desgastante labor que es del enamorado: amar; cayó dormido sobre el blando lecho.

-Es hermosa y delicada, parece una náyade, me has dicho. No entiendo por qué la rechazas- dijo Gabriel una tarde en la  que acompañaba a su amigo. Éste sólo frunció el ceño.

Cuando hubo despertado a la mañana siguiente recordó que debía ir a casa de Gabriel para anunciarle que había resuelto en aceptar amarla. Ya que la bella dama le había mostrado su leal adoración, y él sabía que el amor que en su alma ardía no podría apagarlo con simples rechazos.

-No temas, el lúgubre velo de la luna cubrirá tu cuerpo; nadie sabrá que estuviste conmigo.

-Lo amo.

-Por eso callaré.

-Cuánta razón tenía al rechazarme.

-Sólo una vez nos vimos; mírame: La sensual pasión nació ciega.

-No ve sino lo que puede sentir.

-Sí; hoy lo supe.

Agonizaba el sol. Camino a casa cruzó un pequeño parque. Ahí: bajo la sombra de un árbol estaba su amada mujer. A penas sus miradas se cruzaron, en ambos pétalos se dibujó una tímida sonrisa. Se aproximó a ella; una vez ante su delicada presencia le sujetó la mano para luego besarla.

-Es mentira de lo que ella se dice; ¿acaso existen pruebas?

-Amigo: es tan bella que aún con claras evidencias yo lo negaría.

-Entonces ¿Qué harás?

-Necesito pensarlo.

-¿Dudas?

-Sí; porque si algo me ha enseñado la vida es que hay que cuidarse de las mujeres hermosas; pues, su belleza les sirve de mascara para engañar al hombre enamorado, con tal de hacerlo su presa. Su rostro parece tan puro que de nada se les podría culpar, sin embargo, es esa misma ventaja su flaqueza.

-Hermano: no todas las mujeres bellas esconden una podrida alma.

-Quizá tengas razón.

-La tengo.

Hundido en un sillón frente a la amplia ventana, ensimismado, clavaba sus hinchados y ojeroso ojos a la delgada uña dorada que posaba en el raso mar.

Aquella noche lloró su certeza y murió lo único que podría sacarlo de aquel tristísimo estado: su amistad.

-No sabía que vendrías.

-Ni yo que ella dormía contigo; ¡Ah, frío recuerdo de la traición!- exclamó iracundo mientras veía bajar tras su amigo a su amada mujer.

 

2 comentarios:

  1. Basado en el decálogo de Augusto Monterroso.
    Creo que este cuento tiene un lenguaje bastante poético y logra transmitir muy bien los sentimientos de los personajes y su entorno, incluso con su brevedad.
    La atmósfera que emplea nos permite identificarnos con los sentimientos, los adjetivos utilizados son adecuados para las descripciones que se realizan, pero se tiene que prestar mucha atención cuando se está leyendo para poder captar la historia desde el principio y no perderse ya que el lector se puede confundir.
    El escritor hace un muy buen trabajo y sobre todo en el descenlace, te deja con ganas de saber más.

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    1. Yo también soy de la idea que están mal acomodados algunos adjetivos. Observa:
      "La joven dejó escapar de sus escarlata labios un débil suspiro; el joven de sus oscuros ojos, un dorado fulgor."

      ¿"Escarlata labios" o "labios escarlata"?, rítmicamente tiene más fuerza la segunda, además, escarlata es una palabra que llama la atención, yo la hubiera puesto así: "La joven dejó escapar un débil suspiro de sus labios escarlata".

      Por otro lado, "el joven de sus ojos obscuros, un dorado fulgor" la coma en este caso no nos dice que se altera la sintaxis, sino que se omite la perífrasis verbal dejó escapar. Acomodando de nuevo la oración tenemos:
      "El joven de sus obscuros ojos dejó escapar un dorado fulgor". En ese punto no tengo nada malo que decir, están bien utilizado el lenguaje.

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