La noche siempre
le pareció, en tiempos de invierno, un hermoso cristal que separa al cuerpo de
la prenda cálida que es la piel del mismo. Sin embargo, ese invierno y esa su
noche fueron más fríos que un abrazo a la dama nocturna. Quizá porque le fue ausente la presencia de sus tersas
telas al menudo cuerpo o porque el helado brazo envolvió a su frágil cintura obligándole
a olvidarse por completo de que existía una piel que lo cubría. Cayendo, así,
ante frívola presencia.
Mudable
compañera es la noche para el alma sin consuelo. En efecto, cuando es esta, el
alma, sensible existencia frente a cualquier suceso humano; de ahí que el
invernal brazo la penetre.
…
Noche. Tenues
luces iluminaron la última alcoba de la casa. Desconocidos cuerpos desnudos se
contemplaron. Uno vio los blancos senos; el otro, el fuerte abdomen. La joven dejó
escapar de sus escarlata labios un débil suspiro; el joven de sus oscuros ojos,
un dorado fulgor. Súbitamente se volvieron a la pared.
-No planeé
enamorarme; créeme, aunque me ame no quiero ese amor que ya amo- dijo antes de
marcharse y después de despedirse de Gabriel.
Atardecía.
Gabriel, como le era costumbre, salía, luego de comer, de la hermosa residencia
de su enamorado amigo.
Solo se quedo éste
invadido por aquellos pensamientos que
le hacían rechazar el fervoroso amor que por una bella y desconocida mujer
sentía. Ella su ausente compañera, más ausente que el olvido, ignoraba que un
hombre con intenso amor le amaba.
Acariciado por
el negro ósculo de la noche y fatigado por la desgastante labor que es del
enamorado: amar; cayó dormido sobre el blando lecho.
-Es hermosa y
delicada, parece una náyade, me has dicho. No entiendo por qué la rechazas-
dijo Gabriel una tarde en la que
acompañaba a su amigo. Éste sólo frunció el ceño.
Cuando hubo
despertado a la mañana siguiente recordó que debía ir a casa de Gabriel para
anunciarle que había resuelto en aceptar amarla. Ya que la bella dama le había
mostrado su leal adoración, y él sabía que el amor que en su alma ardía no
podría apagarlo con simples rechazos.
-No temas, el
lúgubre velo de la luna cubrirá tu cuerpo; nadie sabrá que estuviste conmigo.
-Lo amo.
-Por eso
callaré.
-Cuánta razón
tenía al rechazarme.
-Sólo una vez
nos vimos; mírame: La sensual pasión nació ciega.
-No ve sino lo
que puede sentir.
-Sí; hoy lo
supe.
Agonizaba el
sol. Camino a casa cruzó un pequeño parque. Ahí: bajo la sombra de un árbol
estaba su amada mujer. A penas sus miradas se cruzaron, en ambos pétalos se dibujó
una tímida sonrisa. Se aproximó a ella; una vez ante su delicada presencia le
sujetó la mano para luego besarla.
-Es mentira de
lo que ella se dice; ¿acaso existen pruebas?
-Amigo: es tan
bella que aún con claras evidencias yo lo negaría.
-Entonces ¿Qué
harás?
-Necesito
pensarlo.
-¿Dudas?
-Sí; porque si
algo me ha enseñado la vida es que hay que cuidarse de las mujeres hermosas;
pues, su belleza les sirve de mascara para engañar al hombre enamorado, con tal
de hacerlo su presa. Su rostro parece tan puro que de nada se les podría
culpar, sin embargo, es esa misma ventaja su flaqueza.
-Hermano: no
todas las mujeres bellas esconden una podrida alma.
-Quizá tengas
razón.
-La tengo.
Hundido en un
sillón frente a la amplia ventana, ensimismado, clavaba sus hinchados y ojeroso
ojos a la delgada uña dorada que posaba en el raso mar.
Aquella noche
lloró su certeza y murió lo único que podría sacarlo de aquel tristísimo estado:
su amistad.
-No sabía que
vendrías.
-Ni yo que ella dormía
contigo; ¡Ah, frío recuerdo de la traición!- exclamó iracundo mientras veía
bajar tras su amigo a su amada mujer.
Basado en el decálogo de Augusto Monterroso.
ResponderEliminarCreo que este cuento tiene un lenguaje bastante poético y logra transmitir muy bien los sentimientos de los personajes y su entorno, incluso con su brevedad.
La atmósfera que emplea nos permite identificarnos con los sentimientos, los adjetivos utilizados son adecuados para las descripciones que se realizan, pero se tiene que prestar mucha atención cuando se está leyendo para poder captar la historia desde el principio y no perderse ya que el lector se puede confundir.
El escritor hace un muy buen trabajo y sobre todo en el descenlace, te deja con ganas de saber más.
Yo también soy de la idea que están mal acomodados algunos adjetivos. Observa:
Eliminar"La joven dejó escapar de sus escarlata labios un débil suspiro; el joven de sus oscuros ojos, un dorado fulgor."
¿"Escarlata labios" o "labios escarlata"?, rítmicamente tiene más fuerza la segunda, además, escarlata es una palabra que llama la atención, yo la hubiera puesto así: "La joven dejó escapar un débil suspiro de sus labios escarlata".
Por otro lado, "el joven de sus ojos obscuros, un dorado fulgor" la coma en este caso no nos dice que se altera la sintaxis, sino que se omite la perífrasis verbal dejó escapar. Acomodando de nuevo la oración tenemos:
"El joven de sus obscuros ojos dejó escapar un dorado fulgor". En ese punto no tengo nada malo que decir, están bien utilizado el lenguaje.