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12 febrero 2013

El resultado del amor

Mi amigo es la inspiración perfecta para empezar un nuevo día. Fue la primera persona que supo ver en mí algo más que apariencia. Aunque  ya  pasó mucho tiempo le tengo muy presente, porque es como si todos los días le viera.

El primer día de clases en la nueva escuela no siempre suele ser el mejor, y llegar tarde no ayuda en mucho. No encontré un asiento sino atrás,  en una esquina de la pared de mi nuevo salón. La profesora fue muy condescendiente conmigo (era  cuarto grado de primaria  llegar a las 7, ¡imposible!,  así que,  llegué media hora después). Me siento en mi pupitre y escucho vagamente la clase de la profesora: matemáticas. Mi mente se concentra en una idea fija: ser como mi papá, es una gran empresario (por cierto soy judío), lo admiro por su constante esfuerzo de ser el mejor; casi no le veo…pero, quiero ser como él… -- ¿Me prestas sacapuntas por favor?—alguien interrumpe mis reflexiones… el niño de mi lado derecho me interroga amablemente con aquella sonrisa que nunca he de olvidar…--¡Por supuesto que no!—le contesto (mi papá me ha enseñado que cada quien tiene lo suyo). La respuesta de mi compañero me desconcierta, se voltea con la misma expresión en el rostro e intenta con su compañero de enfrente, quien sí le presta el sacapuntas y le sonríe. Suena la campana del recreo, ¡genial!, después de dos horas de aburrimiento en  clase. Me aparto de mis compañeros de salón, y exploro mi nueva escuela (de gobierno), no entiendo por qué mi padre no me envió a un colegio de paga (no tiene tanto que nos mudamos a México); sin juzgar la escuela diré que es muy limpia, espaciosa y bien estructurada. El patio de recreo tiene varias canchas y juegos…de repente, no sé cómo vengo a quedar tan cerca de un grupito de compañeros del salón, quienes están jugando con trompos; observo el juego, me parece entretenido. Quisiera intentarlo, pero no tengo trompo. Nunca he tenido amigos, no es algo que me interese, la única amistad que tengo es la de mi golden retriver: Dan, ¡lástima que está en casa!--¿Quieres jugar?—de nuevo esa voz alegre interrumpe mis reflexiones.  --¡No, gracias!, no tengo uno de esos. --Yo te presto el mío— dijo él. Mi asombro crece aun más, ¿por qué ese niño se comportaba de forma tan amable y alegre? , yo no le había prestado el dichoso sacapuntas, sin embargo, durante la clase él volteo de forma ocasional para sonreírme y ahora me quiere prestar su trompo. Podía decirle sí (lo cual era lo que más anhelaba, no importando que su trompo estuviera algo maltratado) o un rotundo no, total,  ya estaba acostumbrado a ser el niño solitario y reservado, de manera que con  ese no quitaba de su rostro aquella sonrisa que comenzaba a exasperarme. Todo esto paso tan rápido en mi pensamiento como las carreras que Dan da alrededor del enorme patio de casa.        
                                                                                                                                                                                                               
--Sí—respondí mecánicamente. Ese día pasaron dos cosas muy importantes: la primera, jugar con otros niños de mi edad y la segunda, conocer a mi mejor amigo.

La tercera que vez  me habló, ya no encontró en mí a alguien reservado; se ganó mi confianza de forma increíble, le fui conociendo; físicamente era de estatura media, delgado, de cabello corto, lacio y castaño oscuro, lo que más llamaba la atención de su rostro aparte de sus hoyuelos al sonreír, era el color ámbar de sus ojos . A pesar  de tener carencias de tipo económicas en su hogar, aquello no le impedía sonreír, ir a la escuela, ser chistoso, ayudar a los demás. Aprendí con él. En un principio mi padre no vio con buenos ojos  nuestra amistad, pero las reservas que tuvo con mi amigo se desvanecieron cuando le conoció mejor, y es que él ejercía en al ánimo de las personas algo que no podía pasar desapercibido, su carácter tan único para su edad lo convertían en una de las mejores compañía, lo cual  alegraba el día de tal forma que hasta la persona más sombría podía sentirse dichoso con su presencia, y créanme que ya es mucho decir. Todos los días, aprendía algo nuevo de  él, por él pude hacer amistad con casi todos los compañeros de clase, aunque confieso que mi amigo era el predilecto por sobre todos. Me enseñó a compartir, tanto es así que de un tiempo para acá la palabra egoísmo desapareció de mi vocabulario y de mi personalidad.

Sus ideas me impresionaban de tal forma que no fue difícil que rápido cambiara mi carácter (debo de confesar que la soberbia y la pedantería me definían muy bien) en cierta ocasión, mi curiosidad fue tanta que  le pregunté sobre el motivo de su felicidad; solamente volteo hacia el cielo y señaló con su mano, no entendí en un principio, tuvo que pasar algo de tiempo para que mi mente asimilara aquello. Me hablaba constantemente de Él, dijo que mejor amigo en el mundo no podía conseguir. No era un fanático de la religión, de hecho, sólo era judío de nacionalidad, debido a la falsedad de personas llamadas creyentes, sin embargo, aquel lugar donde me llevó era muy distinto, las personas siempre están felices, sonríen, cantan, se quieren unas a otras, en fin, se aman. El lugar, una pequeña casa donde se reunían alrededor de ocho personas. No contemplé ninguna imagen cuando entré, lo cual me sorprendió;  mi amigo dijo que sólo tenia que doblar mis rodillas y platicarle a Él lo que me pasará, que me escucharía, que me ayudaría;  por último, me regaló un libro que nunca he dejado de leer. Desde aquel día no soy el mismo, mi amigo me enseñó a encontrar al mejor amigo que puede tener un ser humano.

Los últimos días, después  de clase nos íbamos a tomar un helado o explorábamos junto con Dan lo que nosotros llamábamos “la selva aventurosa”. El cálido verano (mi estación favorita) se fue pronto, entre risas, salidas al parque para jugar o andar en bicicleta con mis amigos. Nunca me aburrí un instante con  él

La separación fue muy triste, debido al trabajo de mi padre, fue la primera vez que la noticia me tomaba de sorpresa (esperaba por lo menos estar en esta ciudad más tiempo que en las otras)…no nos dijimos adiós, fue un hasta luego. Ambos sabemos que nos veremos pronto. Mientras tanto sabré aprovechar la vida que tengo,  para servir a aquel que me salvó...sí, todo eso me enseñó mi amigo.

2 comentarios:

  1. Según Horacio Quiroga en su Decálogo del perfecto cuentista:

    -Tienes que creer en alguien que admiras, en tu maestro, y en su arte como algo inalcanzable e imposible de “domar”. Pero como no tengo idea de quién es el autor o persona que admiras, entonces no puedo tomarlo como base para poder decir cuáles son sus influencias sobre ti.
    -Desarrollar tu propia personalidad es un camino muy largo y lento, así que hay que tener paciencia. Creo que tu cuento lo demuestra un poco. Hay que tener paciencia para poder formar un estilo propio con una personalidad inconfundible, para lo que también hay que tener esa fe en tus propias palabras. Así que tienes que desarrollar eso que te haga única mientras sigas creyendo en tus creaciones.
    -Algunos otros autores también han dicho que mucho antes de comenzar a escribir algo tienes que conocer el final, y así, de alguna manera darle al lector ciertas pistas que lo hagan confundirse pero al mismo tiempo abrir la mente para esperar algo dentro del texto. Creo que ese punto fue algo faltante en este caso. Así que me permito decir que te hizo falta un poco de eso.
    -En el punto séptimo del decálogo se menciona algo muy importante, “no abuses del lector”, lleva a tu personaje a donde lo tienes que llevar, sin vacaciones o descansos. Yo creo que a tu personaje le hizo falta algo de eso, además de que creo que abusaste del lector al darle un poco mas de libertad del límite establecido.
    -Y por último, se necesita algo más de profundidad en la narración. Profundidad que podría conseguirse al no escribir para alguien o algo en especifico, como dice Quiroga: “cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes...”

    Otros detalles:

    -Los signos de puntuación son algo que necesita un poco de trabajo
    -Las palabras tienen que apoyarse unas a otras, y de esta manera poder atrapar al lector hasta el final
    -El punto de máxima tensión de un cuento tiene que ser el punto de máxima tensión y resaltarse de todo lo demás. Realmente no logre identificar muy bien ese punto
    -La concordancia con el contexto del que se está hablando es uno de los puntos más importantes. No lo olvides
    -Se supone que no puedo decirte si está bien o mal, por lo que tendré que resistirme y no decirte que me parecio muy genial lo del niño judío en México, el amigo y la manera en que me puso a pensar… lástima que no pueda decirlo.



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    1. Yo tendría unas preguntas diferentes, por ejemplo:
      ¿Se siente realmente que un niño nos esta narrando la historia? A pesar de estar escrita en tiempo pasado, lo cual está bien cuidado, nos indica que son los recuerdos, pero el final, al menos a mí, me dice que no ha crecido: un niño esta a la merced de sus padres, un adulto podría buscar al amigo de la infancias sobre todo si no le perdió la pista.
      ¿Tu opinión acerca de los judíos se ve reflejada en el niño de tu cuento? Al no darle nombre a los personajes da la impresión de una metonimia: la parte por el todo. Y esa imagen que pintas en el niño la refuerzas con la idea del padre.

      Ahora, tocando el tema del decálogo:

      Quinto. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
      Creo que manejas muy bien el lenguaje que regularmente utilizas, pero necesitas mejorar, observar tu entorno para conocer otros: cada individuo se apropia del lenguaje y lo utiliza como lo entiende y le agrada, a pesar de existir esa "convención" en la que todos entendemos algo similar con determinada palabra. Además, las palabras que se usan crean una identidad. Tenlo en mente.

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