Visitas de la semana

10 abril 2013


Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos.
Julio Cortázar.
Daniel y Olivetti
¿Así que ya viene de regreso “Su magestad”? ¿Ya te sientes inspirado otra vez? ¿No me digas que adquiriste mágicamente el talento de Carlos Fuentes? Si, adelante, con confianza, siéntate sobre esa silla debilucha, sin ninguna gracia como tú, ¡JA! Que buen chiste, si tuviera voz estaría riéndome de ti a carcajadas. Lástima que no puedo, porque si pudiera, seguramente sería la única risa que escucharías a kilómetros de distancia en mucho tiempo. Que patético hombre, pedazo de evolución inconclusa, vienes a mi como si yo pudiera resolver tus nudos emocionales, cuando en realidad no sabes ni que escribir, solo llegas, aplastas unas teclas, construyes algunos enunciados, insatisfactorios por supuesto, te tiras dos o tres veces de tu lacio cabello, adoptas pose de pensador, y ya, listo, ahora eres otro escritor frustrado que malgasta papel en un solemne artefacto como yo, tu magnifica y esplendida máquina de escribir. Que extraño te vez hoy Daniel, tienes las pestañas húmedas. No me has tocado, solo estás sentado observándome ¿qué te crees? ¿qué estaré aquí para ti siempre? Pues sí. . . Esperen, esas dos líneas me hacen ver como una mujer celosa. Aclaro, estimado lector, pertenezco al género masculino y mi nombre es Olivetti. Soy desafortunadamente la máquina de escribir de este muchacho sin talento, Daniel. Cuando nos ensamblan, en las fábricas, nosotras las máquinas de escribir, soñamos con ser la herramienta para una creación literaria perfecta, estamos hechas para eso, pero en mi caso, solo acompaño al escritorio de Daniel y a Daniel, me guste o no, soy su única compañía, pues últimamente se ha dedicado con profesionalismo a alejar la vida humana de su departamento, ya ni siquiera recibe llamadas de sus padres.
 ¡Auch! No aplastes las teclas tan fuerte, simio sin rasuradora. Mira nada más. . . tecla, tras tecla, que fluidez Daniel, me sorprendes, sigue así buen muchacho, continua así divina creación de Dios, estás haciendo un excelente trabajo. Veamos, permítanme leer. . .
Te quise desde el momento que te vi cruzar esa puerta, con la falda de tu vestido volando a tu paso de bailarina, tu siempre tan desinhibida, sin pudor, con un escote sensual hablando de sexo  inconcluso con tus amigas las alcohólicas y nunca te vi beber más de tres copas. El día que decidí hablarte, me vi convencido de no haberme equivocado antes, eras sin duda una mujer esplendida. Quererte no será nunca suficiente, quererte es nada, decir que te quiero, es burlarme de mi propio sentimiento, porque no te quiero Valeria Bailarina, pero tampoco te amo, porque amar no dolería como muerte, y la muerte me siento hoy mientras te escribo. Podría llorar durante horas tus mentiras, pero deseo tu cuerpo tanto como deseo tus mentiras, sin ellas ese misterio tuyo que tanto adoro no existiría. Pero has tomado con tus diminutas manos blancas mis entrañas, tiraste con fuerza de ellas, jugando a quererme, y a quererlo. No sentiría tanta culpa en mi pecho si no se tratará de mi amigo. 
¿Daniel estás llorando? ¡Carajo! ¿Por qué no puedo hablar? ¡Daniel, muchacho, no te jales el cabello así! ¿Daniel a dónde vas? No te vayas, no me dejes así, no puedes irte sin terminar esto. Ahora lo entiendo todo, eso explica porque Gabriel ya no lo visita, eso explica las discusiones, el aislamiento. Siempre supe que esa chica no traería nada bueno, desde el primer momento en que la vi, parecía una gata coqueta y traicionera; hipócrita y empalagosa, como esas gatas de la calle, que se acercan y te seducen con dulzura para ser alimentadas y luego marcharse. Demasiado bueno para ser cierto, la vi jurarle amor tantas veces en su cama, terrible situación. Viejo amigo, compañero de papel, estimado Daniel, si pudiera hablar, te dedicaría palabras de aliento. Y ya que no puedo, te presto mis letras para que escribas conmigo lo que desees.
Lleva semanas planeando esto, y por fin veo resultados, ya trajo las cajas, tiró todo lo innecesario, eso me alegra, se deshace de aquello que le trae malos recuerdos,  las fotografías instantáneas de Gabriel, los dibujos de Valeria con sus zapatos de ballet. Es una verdadera lástima que Gabriel ya no quisiera escuchar. Pero si no hay nada que hacer, es mejor que no le ponga más sal a sus heridas y siga adelante. De cuando en cuando le veo una sonrisita de entusiasmo, escuché que nos vamos a Madrid. 

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