Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos.
Julio Cortázar.
Daniel y Olivetti
¿Así que ya viene de regreso “Su magestad”? ¿Ya te sientes inspirado otra vez? ¿No me digas que adquiriste
mágicamente el talento de Carlos Fuentes? Si, adelante, con confianza, siéntate
sobre esa silla debilucha, sin ninguna gracia como tú, ¡JA! Que buen chiste, si
tuviera voz estaría riéndome de ti a carcajadas. Lástima que no puedo, porque
si pudiera, seguramente sería la única risa que escucharías a kilómetros de
distancia en mucho tiempo. Que patético hombre, pedazo de evolución inconclusa,
vienes a mi como si yo pudiera resolver tus nudos emocionales, cuando en
realidad no sabes ni que escribir, solo llegas, aplastas unas teclas,
construyes algunos enunciados, insatisfactorios por supuesto, te tiras dos o
tres veces de tu lacio cabello, adoptas pose de pensador, y ya, listo, ahora
eres otro escritor frustrado que malgasta papel en un solemne artefacto como
yo, tu magnifica y esplendida máquina de escribir. Que extraño te vez hoy
Daniel, tienes las pestañas húmedas. No me has tocado, solo estás sentado
observándome ¿qué te crees? ¿qué estaré aquí para ti siempre? Pues sí. . .
Esperen, esas dos líneas me hacen ver como una mujer celosa. Aclaro, estimado lector,
pertenezco al género masculino y mi nombre es Olivetti. Soy desafortunadamente
la máquina de escribir de este muchacho sin talento, Daniel. Cuando nos
ensamblan, en las fábricas, nosotras las máquinas de escribir, soñamos con ser
la herramienta para una creación literaria perfecta, estamos hechas para eso,
pero en mi caso, solo acompaño al escritorio de Daniel y a Daniel, me guste o
no, soy su única compañía, pues últimamente se ha dedicado con profesionalismo
a alejar la vida humana de su departamento, ya ni siquiera recibe llamadas de
sus padres.
¡Auch! No aplastes las teclas tan fuerte,
simio sin rasuradora. Mira nada más. . . tecla, tras tecla, que fluidez Daniel,
me sorprendes, sigue así buen muchacho, continua así divina creación de Dios,
estás haciendo un excelente trabajo. Veamos, permítanme leer. . .
Te quise desde el momento que te vi cruzar esa puerta, con la falda de
tu vestido volando a tu paso de bailarina, tu siempre tan desinhibida, sin
pudor, con un escote sensual hablando de sexo
inconcluso con tus amigas las alcohólicas y nunca te vi beber más de
tres copas. El día que decidí hablarte, me vi convencido de no haberme
equivocado antes, eras sin duda una mujer esplendida. Quererte no será nunca
suficiente, quererte es nada, decir que te quiero, es burlarme de mi propio
sentimiento, porque no te quiero Valeria Bailarina, pero tampoco te amo, porque
amar no dolería como muerte, y la muerte me siento hoy mientras te escribo.
Podría llorar durante horas tus mentiras, pero deseo tu cuerpo tanto como deseo
tus mentiras, sin ellas ese misterio tuyo que tanto adoro no existiría. Pero
has tomado con tus diminutas manos blancas mis entrañas, tiraste con fuerza de
ellas, jugando a quererme, y a quererlo. No sentiría tanta culpa en mi pecho si
no se tratará de mi amigo.
¿Daniel estás llorando? ¡Carajo!
¿Por qué no puedo hablar? ¡Daniel, muchacho, no te jales el cabello así! ¿Daniel
a dónde vas? No te vayas, no me dejes así, no puedes irte sin terminar esto.
Ahora lo entiendo todo, eso explica porque Gabriel ya no lo visita, eso explica
las discusiones, el aislamiento. Siempre supe que esa chica no traería nada
bueno, desde el primer momento en que la vi, parecía una gata coqueta y
traicionera; hipócrita y empalagosa, como esas gatas de la calle, que se
acercan y te seducen con dulzura para ser alimentadas y luego marcharse.
Demasiado bueno para ser cierto, la vi jurarle amor tantas veces en su cama,
terrible situación. Viejo amigo, compañero de papel, estimado Daniel, si
pudiera hablar, te dedicaría palabras de aliento. Y ya que no puedo, te presto
mis letras para que escribas conmigo lo que desees.
Lleva semanas planeando esto, y por
fin veo resultados, ya trajo las cajas, tiró todo lo innecesario, eso me
alegra, se deshace de aquello que le trae malos recuerdos, las fotografías instantáneas de Gabriel, los
dibujos de Valeria con sus zapatos de ballet. Es una verdadera lástima que
Gabriel ya no quisiera escuchar. Pero si no hay nada que hacer, es mejor que no
le ponga más sal a sus heridas y siga adelante. De cuando en cuando le veo una
sonrisita de entusiasmo, escuché que nos vamos a Madrid.
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