Visitas de la semana

10 abril 2013

Y se hizo la luz



Noche tras noche estaba ahí, de pie, incandescente. Iluminaba el rostro de cualquier hombre que pasa por debajo de mí, por este pasillo estrecho con un aroma a cerveza  mezclado con el fin de ésta una vez ingerida lo suficiente: ¡cómo aman mearse bajo mi luz! ¿Qué piensan que me encanta verles la fálica manguera regando esta pared? Mujeres, era muy raro verlas por acá, porque ellas esperaban a los ellos tras la puerta, de vez en cuando no faltaba el vivo que quería pasar sin pagar, antes de que les dejaran entrar, les extendían la mano para tomar el dinero, una vez que lo contaban les abrían la puerta. A veces una que otra descuidada dejaba la cortina descorrida de la pequeña ventana, entonces yo podía ver, muy a penas, los movimientos de aquellas trabajadoras nocturnas y si tenía suerte hasta sentía el gozo de los adúlteros o de los muchos solitarios jóvenes que visitan este lugar; y digo sentía, porque me emocionaba con tal espectáculo y es que era mi única diversión. Estar todos los días, esperando, despertando sólo cuando el sol se oculta, algo bueno  o si no bueno, algo, lo que sea, tengo que sacar de acá. La verdad es que no me queda de otra, me tengo que aguantar. Hay momentos que me da ganas de gritarle en la cara a los señores que se regresen a casa, que su mujer lo espera, pero no puedo y me aguanto como un Dios, sí, creo que a veces hago el papel de él, veo todo pero no hago nada, porque las cosas deben de seguir su curso natural y yo aquí prendida del cielo raso dándole luz a este pasillo largo, que en ocasiones me parece infinito. 
Todos creen que sólo vivo de noche y así es, pero aun mientras duermo con el sol en la cara, estoy consciente de lo que pasa.
Cierta vez me quede despierta hasta la mañana. Nadie trabaja aquí de día, aunque hace algunas semanas, vino el mero mero patrón, llegó con la mejor dama que hay, así oigo que la nombran, en realidad no sé cómo se llama, bueno nadie dice su verdadero nombre, la verdad es algo inexistente en este lugar. Continúo, llegaron estos dos tipos, él ya con el pantalón casi en las rodillas y ella con la minifalda muy apretada,  abría las piernas con dificultad, aun así le vi las nalgas porque ni calzones traía, pero sí unos zapatos altísimos. Tenían prisa, ya venían encaminados, no esperaron a que la puerta se abriera, porque tiene un mecanismo medio raro, ahí contra la pared; él con la mano sumergida en la entrepierna de ella que estaba con los ojos en blanco intentado inútilmente tomarlo por el sexo; de repente fijó la mirada en mí, y dijo entre jadeos y una gran sonrisa: " mira, que raro, la lámpara todavía está encendida". 

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