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10 abril 2013

Mi Señorita por Aymee Garcia

Mi Señorita.
Veo sus lágrimas bajar a toda prisa por su cara, una tras otra, parece un torrente de agua. Ya muchas veces me han tenido que meter a lavar por los charcos que dejan sus ojos sobre mí. Esta no es la primera vez que se siente así, en estos sietes meses, se la ha pasado llorando y yo mojada; pero es la segunda ocasión que se aferra en las noches de mi cuerpecito choncho, sin poder dormir y la tengo que soportar todo el tiempo que está en vela preguntándose “¿Porque a mí?, sin tener ninguna respuesta, tantas ganas tengo de gritarle, “¡Hey tú, deja de asfixiarme y vete a dormir!”.  Luego recuerdo que así me pongo cuando se me deshilacha las ebritas de mi traje y que ella lo limpia para verme más guapa. Entonces no me queda de otra que aguantarla una noche más.
Ya es de día, lo sé porque la música lleva sonando por cinco minutos y ella se levanta como si nada a arreglarse, sin darme gracias esta ingrata. ¡Ahhhhhh!, creo que esta esquelética me ha escucho, me aventó al suelo, ve, ahora me pisa como si no estuviera, ¿Qué ya se le olvido que estuvimos juntas anoche, ella llorando y yo ahí fungiendo de paño de lágrimas?, eso, devuélveme a la cama, muy bien, buena chica.  Ahora la escucho lejos y luego cerca con la cabellera de león, me arroga su ropa, se desviste, se viste, se lo quita, saca más ropa, no es una pasarela de modas, quédate con eso, te vez bien.  ¿Señorita, no piensa quitarme esto de encima?, ¡Apúrale! Viene tu mama y te va regañar, te falta el suéter, no soy tu perchero, eso,  muy buena chica. ¿Ya te vas? ¿No te despides de mí? ¡Qué bonito abrazo!
Bien, ahora me dejo sola.
¿Por qué se fue de negro? ¿Quién se murió? ¡No me lo dijo!,   ¡Ah!, cierto, el.  Tenía la cara pálida, mi señorita, no ha estado durmiendo bien, tampoco comiendo y se la pasa con el olor de  tabaco en el hocico, perdón  en la boca.  No me gusta verla así.
-          Azul, ¿por qué la jovencita, se la paso llorando anoche?
-          Oh, Doña Colcha, le han vuelto a romper el corazón.
-          ¿El muchacho de los ojos brillosos?
-          Si, ese, el mismo que conocimos en diciembre, el peje lagarto de febrero.
-          Pero ¿cómo?
-          Yo no soy para contarlo, ni usted para saberlo.
-          ¡Cómo eres Azul!
-          ¡No sea meche Doña Colcha!
Lo cierto es que,  mi señorita, llevaba varios meses así.  No duerme, solo me moja y me lava mis trajecitos que ya comienzan a descolorarse.  Ya no me veo tan guapa.  Antes,  me tenía toda bella cuando usaba mi vestido Rojito y me lo cambio por este feo trajecito azul. Sentía lágrimas de felicidad, ligeritas, brillosas y no me importaba mojarme de ellas, ahora estas están todas gordas, feas y me hacen perder mi esbelta figura.  Veo su boca desfigurada, como se alarga con el brote de ellas o en silencio. Como sus manos se las llevas a la cara y luego me golpea con ira.  Esta relación se ha vuelto violenta. Como pronuncia esas palabras románticas que su dueño ya no escucha y ese corazón, que se agita al pensar en su nombre, al recordar cada momento y sufre, como yo, porque yo ya no tengo de que alimentarme si no es de su agua. Por qué lo que me mantenía viva eran sus sueños, esa poesía que escribía en su mente, esa sonrisa con la que llegaba todos los días, esos ojitos que se alumbraban de ternura, ese amor con la que me leía historias y como lloraba con ellas. Cuando llegaba de la escuela y me abrazaba y me besaba diciendo “Hoy  tenemos mucho que soñar”.  Ahora me tengo que conformar con sus insomnios, lagrimitas, el trajecito azul, mi gorda figura y Doña Colcha. Qué triste es mi vida.
¡Espera un momento!
¡Son las 4 y está señorita no ha llegado! ¡Uhhh! La van a regañar.
La escucho, ¡mi señorita ya llego!  ¡Ven a darme un beso y un abrazo ingrata, que no me la he pasado hablando mal de ti de a gratis!
¿Señorita? ¿Está usted bien? Trae la cara embobada.  Señorita, ¿u-u-usted está sonriendo? Qué bonita sonrisa se carga ahora, se ve bella ¿Apoco ya se le quito lo amargada? ¿Se comió un chocolate?  ¡Ya se! ¿Me extraño? ¡Auu! ¡Espere! , tampoco se aviente de esa forma. ¡Auu! ¿Por qué me está abrazando así? ¿Señorita? ¡Hey no cierres los ojos y cuéntame! ¿Qué le trae así? ¿Señorita?, ¿Señorita?, ¿Señorita? ¿Por qué sonríe de esa manera? ¿No vas a llorar? Eso, ábrelos, ahora falta la boca. Te vez guapísima con tus ojos iluminados pero ¡Deja de sonreír y dime! ¿Dónde estuviste? ¿Con quién? ¿Con el peje lagarto? No, vendrías llorando.  ¡Dime! ¡Dime! ¿Ahora si quieres dormirte, eh? ¡Antes dime! , ¿Señorita que sucede?
-          Estoy feliz.

Por Aimée García.

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