Visitas de la semana

12 abril 2013

Okapia johnstoni

Solitario por naturaleza. Su anatomía es peculiar y gran parte de ella se debe al parentesco que tiene con la jirafa. Pero no logro entender por qué su cuerpo es similar al del caballo, al menos ese es mi dilema y el de Sara, su cuidadora. Todos los días excepto el domingo viene a alimentarlo, bañarlo y limpiar, pero más que nada viene para no sentirse sola. Para el animal y para mi, la soledad es algo normal en nuestras vidas, algo que disfrutamos, pero para la humana es todo lo contrario. Siempre llega de muy buen humor, no hay día que no le sonría y lo trate bien, pero a él, le da igual su compañía.

-Hola Bilbo- lo saluda.

Empieza a limpiar su bebedero mientras que yo la observo desde mi lugar. Su mirada está apagada, no tiene su usual sonrisa y a su cara le hace falta ese brillo parecido al sol, el que ella siempre irradia.

El animal se acerca un poco a donde Sara está parada y ella le sonríe limitadamente. Agarra sus grandes orejas y las sacude, el animal detesta cuando ella hace eso pero sé que no la quiere hacer sentir mal, pues hoy le trajo mucha comida.

-¿Qué vas a hacer cuando yo me vaya?- le pregunta con tristeza.

¿Se irá? Tal vez encontró un mejor trabajo u otro animal a quien cuidar. No sé pero eso me causa algo de pánico, ella lo ha cuidado desde hace cuatro años, yo ya tengo muchos en el zoológico y me atrevo a decir que Sara ha sido la mejor cuidadora de Bilbo.

Las semanas pasan y ella comienza a ir menos días, en el mes de abril faltó una semana completa y cuando regresó el viernes, se veía cansada además de demacrada. Bilbo se acercó a ella y sus lágrimas empezaron a viajar a través de sus pálidas mejillas, quedé perplejo. Sara nunca lloraba.

-Bilbo, te voy a extrañar tanto, tal vez no me entiendas o no sepas lo que pasa a tu alrededor pero aun te quedan años por disfrutar, que daría yo por tenerlos.
Sara sollozaba y se abrazó del cuello del animal. Me quedé aturdido cuando descifré el significado de sus palabras. ¿Ella iba a morir? Una joven de 24 años, llena de vida y con tantas ganas de seguir adelante no sería más que polvo en poco tiempo. Había algo en la noticia que me causaba rabia, pero más coraje me daba saber que Bilbo lo tomaría como algo irrelevante.

El animal pasaba gran parte de su día comiendo de mis hojas, recargándose en mi tronco o apreciando la sombra que mi melena le proporcionaba. A él le gustaba estar solo. Herbívoro sangrón, no tomaba en cuenta los sentimientos de la chica, se mostraba apático cada vez que Sara iba a cumplir con su trabajo. Ella lo trataba como un tesoro, él era su amigo y confidente. El raro animal que casi nadie conocía, para Sara era extraordinario, un verdadero enigma.

Pasaron los meses y Sara brillaba por su ausencia. Los otros cuidadores la suplían, pero a pesar de su amabilidad, no había nadie como ella. Hasta el sol se escondía y las nubes se tornaban grises, el animal se comportaba diferente y mis hojas se escaseaban. Un día invernal, Sara regresó y Bilbo rápidamente trotó a su rencuentro. Los vi mientras intercambiaban un abrazo y ella le decía unas palabras con su carita empapada de lágrimas, Bilbo no entendía pero yo sí. Sara se estaba despidiendo.

La chica de cabello negro y ojos azules con sonrisa de princesa, la cuidadora de Bilbo, murió siete días después. La noticia la supe gracias a Elena, una de sus amigas, quien había sido asignada como la nueva cuidadora del animal. Pasó el invierno, el más frio que he vivido, y llegó la primavera. Mis hojas nacieron otra vez y el paisaje se tornaba verde, las flores salían de sus escondites y el sol volvió a resplandecer, pero a Bilbo, le hacía falta su mejor amiga.

El Okapi se sintió solo por primera vez en su vida.

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