Un
día de castigo
Al
llegar el alba, empiezo a despedirme del encanto que noche a noche me envuelven
y me seducen los sueños.
Los
seres humanos nos caracterizamos por
nuestro raciocinio, dicen ellos. Pero
así como los veo... entre más los observo, ¡más amo a los caninos! Lo que sí me preocupa
es Carlitos; Chayito sigue haciendo de las suyas con él y sus padres parecen
aprobar su comportamiento. Carlitos, a pesar de que se le encomiendan mayores
trabajos en la casa, los realiza con gusto y con agrado, porque se ve que le
gusta ser servicial. Él es un niño noble, simpático, alegre y cariñoso, sin
embargo ellos se hacen de la vista gorda, al permitir que Chayito lo ofenda de
esa manera. El hecho de que él sea un niño adoptado, y de pilón muy morenito, eso no quiere decir que no tenga derecho a ser
querido al igual que Chayito.
No
es posible que me den más afecto y atención a mí, que a Carlitos
que es un ser humano. No se me hace justo, -¡protesto!-
¿Y esos son los humanos? Prefiero
ser lo que soy. Solim. -¡Ven acá!- Te
quiero aquí pronto, me gritó Chayito. Si no me obedeces tendré que castigarte.
Te encerraré junto con Carlitos; ¡ya lo verás! Pues no van a creer, nos encerró
a los dos en el cuarto donde guardan cosas que no ocupan.
Dentro
del cuarto, echado, pensando que hacer, me dije: Pues..., podemos aprovechar
ese tiempo y divertirnos, la verdad es que disfruto mucho jugar con él, porque
me trata con cariño y él sabe que es correspondido. Chayito escucha cómo nos divertimos. Oigo
sus pasos al acercarse, y ¿qué les cuento? Que ella quisiera estar castigada
adentro junto con nosotros, Pero noooo, más vale que no entre, se le puede
voltear el chirrión. ¡Lo bueno que acabo
de despertar!
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