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10 abril 2013

Un día de castigo



Un día de castigo

Al llegar el alba, empiezo a despedirme del encanto que noche a noche me envuelven y me seducen los sueños.
Los seres humanos nos  caracterizamos por nuestro  raciocinio, dicen ellos. Pero así como los veo... entre más los observo,  ¡más amo a los caninos! Lo que sí me preocupa es Carlitos; Chayito sigue haciendo de las suyas con él y sus padres parecen aprobar su comportamiento. Carlitos, a pesar de que se le encomiendan mayores trabajos en la casa, los realiza con gusto y con agrado, porque se ve que le gusta ser servicial. Él es un niño noble, simpático, alegre y cariñoso, sin embargo ellos se hacen de la vista gorda, al permitir que Chayito lo ofenda de esa manera. El hecho de que él sea un niño adoptado, y de pilón muy morenito,  eso no quiere decir que no tenga derecho a ser querido al igual que Chayito.
No es posible que me den más afecto y atención a mí,  que a Carlitos  que es un ser humano. No se me hace justo,  -¡protesto!-  ¿Y esos son los humanos?  Prefiero ser lo que soy. Solim.  -¡Ven acá!- Te quiero aquí pronto, me gritó Chayito. Si no me obedeces tendré que castigarte. Te encerraré junto con Carlitos; ¡ya lo verás! Pues no van a creer, nos encerró a los dos en el cuarto donde guardan cosas que no ocupan.
Dentro del cuarto, echado, pensando que hacer, me dije: Pues..., podemos aprovechar ese tiempo y divertirnos, la verdad es que disfruto mucho jugar con él, porque me trata con cariño y él sabe que es correspondido.   Chayito escucha cómo nos divertimos. Oigo sus pasos al acercarse, y ¿qué les cuento? Que ella quisiera estar castigada adentro junto con nosotros, Pero noooo, más vale que no entre, se le puede voltear el chirrión.  ¡Lo bueno que acabo de despertar!

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