Visitas de la semana

10 abril 2013

Epílogo


¡Estúpido, estúpido! ¿Por qué no vendes?
    ¡Idiota! — murmuré, el cliente frente a mí me miró espantado.
    ¿Disculpe?
    Nada, hablaba conmigo mismo. — ¡Tarado! ¿Por qué no corría a Amandita? Obvio, ella entregaba muy bien las… cuentas… claro, cuentas, pinchi Amandita, a cada rato se robaba perfumes, y de los caros, nadie decía nada, ni el guardia, che guardia.
Siempre corremos al que no vende” y cómo chingados voy a vender si estoy encargado del área de libros, y no son libros y revistas, son sólo libros pero no todos los libros, sólo literatura, pero no toda la literatura, sólo latinoamericana, pero no toda la latinoamericana como Cortázar, Fuentes, Arreola, no nada de eso, tampoco nada del boom, no, me tocaba vender los libros olvidados,  los que no reconocían,  los que sólo recordaban los literatos y esos son pobres o bien marros. Pasaban meses sin vender un solo libro, sino hasta que entraban a clases y llegaban pidiendo libros como Estrella distante o Truenos de agosto, los cuales no teníamos o sus precios oscilaban entre los 500 ó 1000 pesos; “Pero Don Herodes ¿No cree que podría bajarle a los precios?” “Nada de eso muchacho, si apenas ajustamos el 99.999% de la ganancia, y ya perdemos mucho.“¿Pero, cómo voy a vender así? Si no tienen para comer mucho menos para un libro de alguien que no es un best seller o de superación personal.” “Ya dije muchacho, si no vendes al menos un libro, no pienses en regresar mañana, ahora a trabajar.” “Claro, con mucho gusto Don Herodes.” le dije molesto.
Ahora estaba frente a la única persona que podría salvar mi trabajo. El cliente estaba indeciso, me había explicado que tenía que leer algún libro y hacer un análisis de éste. El joven tenía alrededor de 15 años y me había dicho también que no le gustaba leer; busque uno de los cortitos y baratos, de 90 pesos, La panza del Tepozteco, yo lo había leído y me había entretenido bastante, éste joven iba a salvar mi trabajo, o al menos así lo pensé por unos minutos
    ¡Oh, ese libro, Cincuenta sombras de grey, es bueno! Lo miré en la Tv. — Famoso, mas no bueno, que salga en la Tv. no quiere decir que sea bueno, de hecho no creo que lo que sale en la Tv.  sea bueno… quizá sólo el 5% y me arriesgo a equivocarme.
    Es mejor La panza del Tepozteco — le dije — está más cortito, además tu maestro se va a sorprender de que hagas un análisis de literatura… literatura.
    En ese caso mejor no, si no va a empezar a chingar, además el libro le gusta a las chavas, así quizá me ligo a alguna — pinche morro caliente, entonces te va a encantar el libro — sí, me llevo el de las sombras. — Y se fue, con aquel libro que no era de mi sección bajo el brazo. Morro ojete.
Acomodé la panza de José Agustín con cariño, no tenía la culpa de que la gente fuera tan… tan… al estilo… Peña Nieto, claro, yo no era ningún culto, pero le tenía cierto cariño a los buenos libros ¿No eran acaso los que me daban de comer? Además eran como un registro de la mente del autor, eran como pequeñas personitas o quizá pequeños mundos.
Aurora, la encargada de música clásica, se acercó sonriendo. Durante los tres años que había trabajado aquí estuve enamorado de ella.
    Ya me enteré de lo que te dijo Don Herodes.
    Me lo veía venir, me tenía ganas desde hace un buen — ella se rió disimuladamente, yo me puse colorado y me reí como estúpido, quise aclarar las cosas — digo, ganas de despedirme.
    Lástima que aún no tengo todo el dinero para ese libro de música clásica alemana que escondiste por mí.
    ¿Pues cuánto cuesta? — Desde que había entrado a trabajar me solicitó que lo apartara y eso hice pero nunca chequé el precio, esa era la época en que creía que podía vender 50 libros en un día.
    2500 con descuento de empleado, 2700 sin él, ya tengo 2200, pero con los gastos que tengo, en esta quincena estoy segura no será.
    Yo te pongo el resto — chance y no me corrían, chance y me la ligaba.
    ¿En serio? — me preguntó esperanzada.
    Sí, ándale, ve por el dinero. — Compramos el libro, era uno de los más caros que teníamos en inventario, de seguro Don Herodes me permitiría seguir trabajando por 2 meses más. “Don Herodes, hice mi venta, y de los libros más caros.” El viejo leyó el reporte pausadamente, como si tuviese que leer mucho “No veo el libro que me dices muchacho.” se lo señalé, molesto, ¿Cómo que no lo veía? “¿El de música? No cuenta.” “¿¡Qué!?” Que se creía el viejillo éste “Tiene descuento de empleado, ¿No te lo dije? Esos no cuentan; dame tu gafete y chaleco rojo, en quince días regresa por tu liquidación.” le aventé las cosas, estaba furioso, maldito viejo tricolor.
Esa noche salí con Aurora; no la soporté, me di cuenta de que la había idealizado todos estos años, no la volví a mirar después.
Luego de varios meses, de una buena fuente me enteré que el pinche viejo me había sustituido por un buen vendedor; el escuincle que no había querido La panza del Tepozteco había reprobado la materia de español y ninguna chica se le acercaba; en cuanto a mí, entré a la universidad a estudiar letras, después de tanto vivir con los libros quería aprender a desnudarlos como lo hacía con Amandita cada noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario