¡Estúpido, estúpido! ¿Por qué no vendes?
— ¡Idiota! — murmuré, el cliente frente a mí me
miró espantado.
— ¿Disculpe?
— Nada, hablaba conmigo mismo. — ¡Tarado! ¿Por
qué no corría a Amandita? Obvio, ella entregaba muy bien las… cuentas… claro,
cuentas, pinchi Amandita, a cada rato se robaba perfumes, y de los caros, nadie
decía nada, ni el guardia, che guardia.
“Siempre
corremos al que no vende” y cómo chingados voy a vender si estoy encargado
del área de libros, y no son libros y revistas, son sólo libros pero no todos
los libros, sólo literatura, pero no toda la literatura, sólo latinoamericana,
pero no toda la latinoamericana como Cortázar, Fuentes, Arreola, no nada de
eso, tampoco nada del boom, no, me
tocaba vender los libros olvidados, los
que no reconocían, los que sólo recordaban
los literatos y esos son pobres o bien marros. Pasaban meses sin vender un solo
libro, sino hasta que entraban a clases y llegaban pidiendo libros como Estrella distante o Truenos de agosto, los cuales no
teníamos o sus precios oscilaban entre los 500 ó 1000 pesos; “Pero Don Herodes ¿No cree que podría bajarle
a los precios?” “Nada de eso
muchacho, si apenas ajustamos el 99.999% de la ganancia, y ya perdemos mucho.”
“¿Pero, cómo voy a vender así? Si no
tienen para comer mucho menos para un libro de alguien que no es un best seller
o de superación personal.” “Ya dije
muchacho, si no vendes al menos un libro, no pienses en regresar mañana, ahora
a trabajar.” “Claro, con mucho gusto
Don Herodes.” le dije molesto.
Ahora estaba frente a la única persona que
podría salvar mi trabajo. El cliente estaba indeciso, me había explicado que
tenía que leer algún libro y hacer un análisis de éste. El joven tenía
alrededor de 15 años y me había dicho también que no le gustaba leer; busque
uno de los cortitos y baratos, de 90 pesos, La panza del Tepozteco, yo lo había leído y me había entretenido
bastante, éste joven iba a salvar mi trabajo, o al menos así lo pensé por unos
minutos
— ¡Oh, ese libro, Cincuenta sombras de grey, es bueno! Lo miré en la Tv. — Famoso,
mas no bueno, que salga en la Tv. no quiere decir que sea bueno, de hecho no
creo que lo que sale en la Tv. sea
bueno… quizá sólo el 5% y me arriesgo a equivocarme.
— Es mejor La
panza del Tepozteco — le dije — está más cortito, además tu maestro se va a
sorprender de que hagas un análisis de literatura… literatura.
— En ese caso mejor no, si no va a empezar a
chingar, además el libro le gusta a las chavas, así quizá me ligo a alguna —
pinche morro caliente, entonces te va a encantar el libro — sí, me llevo el de
las sombras. — Y se fue, con aquel libro que no era de mi sección bajo el
brazo. Morro ojete.
Acomodé la panza de José Agustín con cariño, no
tenía la culpa de que la gente fuera tan… tan… al estilo… Peña Nieto, claro, yo
no era ningún culto, pero le tenía cierto cariño a los buenos libros ¿No eran
acaso los que me daban de comer? Además eran como un registro de la mente del
autor, eran como pequeñas personitas o quizá pequeños mundos.
Aurora, la encargada de música clásica, se acercó
sonriendo. Durante los tres años que había trabajado aquí estuve enamorado de
ella.
— Ya me enteré de lo que te dijo Don Herodes.
— Me lo veía venir, me tenía ganas desde hace un
buen — ella se rió disimuladamente, yo me puse colorado y me reí como estúpido,
quise aclarar las cosas — digo, ganas de despedirme.
— Lástima que aún no tengo todo el dinero para
ese libro de música clásica alemana que escondiste por mí.
— ¿Pues cuánto cuesta? — Desde que había entrado a
trabajar me solicitó que lo apartara y eso hice pero nunca chequé el precio,
esa era la época en que creía que podía vender 50 libros en un día.
— 2500 con descuento de empleado, 2700 sin él, ya
tengo 2200, pero con los gastos que tengo, en esta quincena estoy segura no
será.
— Yo te pongo el resto — chance y no me corrían,
chance y me la ligaba.
— ¿En serio? — me preguntó esperanzada.
— Sí, ándale, ve por el dinero. — Compramos el
libro, era uno de los más caros que teníamos en inventario, de seguro Don
Herodes me permitiría seguir trabajando por 2 meses más. “Don Herodes, hice mi venta, y de los libros más caros.” El viejo
leyó el reporte pausadamente, como si tuviese que leer mucho “No veo el libro que me dices muchacho.”
se lo señalé, molesto, ¿Cómo que no lo veía? “¿El de música? No cuenta.” “¿¡Qué!?”
Que se creía el viejillo éste “Tiene
descuento de empleado, ¿No te lo dije? Esos no cuentan; dame tu gafete y
chaleco rojo, en quince días regresa por tu liquidación.” le aventé las
cosas, estaba furioso, maldito viejo tricolor.
Esa noche salí con Aurora; no la soporté, me di
cuenta de que la había idealizado todos estos años, no la volví a mirar
después.
Luego de varios meses, de una buena fuente me
enteré que el pinche viejo me había sustituido por un buen vendedor; el
escuincle que no había querido La panza
del Tepozteco había reprobado la materia de español y ninguna chica se le
acercaba; en cuanto a mí, entré a la universidad a estudiar letras, después de
tanto vivir con los libros quería aprender a desnudarlos como lo hacía con
Amandita cada noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario