Hacía mucho calor
en el tren subterráneo, y el joven, ubicado bajo el único ventilador que
funcionaba, había cruzado los brazos tras la cintura y simulaba estar leyendo
un cartón comercial. La muchacha, incrédula, sólo después de un prolongado
momento se animó a hablar.
-Devuélvame el
zapato -dijo en voz baja.
El joven le
concedió una veloz ojeada, frunció el entrecejo, abrió las piernas para
conservar la estabilidad, y muy circunspecto volvió a su lectura.
Por favor -dijo
la muchacha un poco más fuerte- tenga la bondad de devolverme el zapato.
Es realmente una
belleza -pensó el joven-. Si me habla una vez más entreabriendo esos labios,
enterraré mis dedos en su pelo, le remeceré la cabeza, la 'besaré y
dormiré'-una siesta apoyado en sus senos. ¿Qué zapato?
-¿Cómo que qué
zapato? ¡Mi zapato! ¿Qué se ha imaginado?
"Dios me
asista, pensó, O la soledad me ha desquiciado y estoy delirando, o estoy
realmente enamorado-, de esta mujer."
-No sé de qué me
habla, señora -replicó.
-¡Está bien claro
de qué le hablo! .-protestó, golpeando con el pie descalzo el suelo del tren-
le hablo de una cosa que se llama zapato, de una cosa de cuero que se pone en
los pies y que sirve para caminar. ¡De eso le estoy hablando!.
"dios me asista -se dijo el joven-. ¿Cómo es posible que la
ame con tantas 'ansias?"
-¡en fin!
exclamó.
-¡mi zapato!
devuélvame mi zapato, jovenzuelo.
Sin que ella -lo
notara, introdujo el zapato en el bolsillo posterior del pantalón, se le
acercó, y una vez a su lado se restregó las manos y luego se las contempló como
diciendo nada por aquí nada por allá, y después las elevó pidiendo al altísimo
resignación. a continuación se rascó la cabeza, y, en tanto ella lo miraba
hacer con una boca de este tamaño, se arrodilló ó y, tomándole el pie entre las
manos, se dio en estudiarlo sin afectación y con sincera seriedad. -Veamos cuál es su
problema -Dijo, mientras manipulaba el pie en todas direcciones, con una suerte
de gestos mecánicos al comienzo, que lentamente los fue suavizando hasta
convertirlos en caricias. Acercó los labios a los dedos y estuvo a punto de
besarlos, pero se contuvo y suspiró hondamente su olor.
Protégeme, ángel
mío, -pensó en ese momento-. Si me falla él lenguaje o cometo una imprudencia,
ella se irá para siempre. Haz que sea amable, seductor e inteligente. No me
abandones, angelito de mierda. Deja que el inglés me brote, se me derrame con
gracia entre los dientes, que coja el ritmo de los sonetos de Shakespeare, que
Albert Finney me envidie, que no me patee el rostro con este pedazo de sol que
tengo entre mis manos."
Entonces, disimulando
el temor, alzó.la mirada y se la clavó un momento en los ojos y sonrió un
poco,. aunque desesperadamente, tratando de decírselo, pero, ella no -le sonrió
en cambio, a pesar de que se adelantó hacia él y con un movimiento, que le pareció
una ráfaga de aire tibio y celeste, pasó involuntariamente los dedos sobre el
cabello de él, apenas rozándolo. El muchacho descifró el gesto como una
caricia, de allí que debió haberse puesto a llorar. Pero no derramó, ni una
sola lágrima, aunque, se le humedecieron los
ojos, aunque aspiró fuerte todo lo que tenía en las narices,
tragándoselo.
-Dios me asista
-murmuró-. He de saber su nombre. Antes de cogerle el rostro y presionar mis
pulgares contra sus mejillas, he de saber su nombre.
Se limpió los ojos con
la punta de la falda escocesa de la muchacha, y absorto continuó considerando
el pie descalzo, presa de un surtido de emociones.
-El -asunto es simple
-dijo después de un rato-. Es evidente que lo que a usted le falta es un zapato.
Si tuviera dos zapatos no le faltaba nada, porque lo que se estila es que la
gente ande con dos zapatos al mismo tiempo. Ese es mi caso. Mire mis pies.
¿Cuántos zapatos ando trayendo? Cuéntelos. Uno y dos. Esto es lo que se estila.
Es muy rara la gente como usted que anda con un solo zapato.
"Algo anda mal
-pensó enseguida-. Estoy antipático. Ahora se va a sacar el zapato que tiene
puesto y me va a golpear en la cabeza. Y ahora el tren -se está deteniendo en
esta estación, maldita suerte. -Voy a cruzar los dedos. Ya está. Pilato,
Pilato, que -no suba ningún cristiano o me tiraré al Hudson."
Las puertas del
tren se cerraron, nadie subió y continuaron solos en el vagón.
-¡Oiga, escúcheme
bien¡ dijo ella.
-¡Sí, mi amor!
-gritó él en silencio.
Quiero que me
devuelva el zapato -le ordenó cogiéndole del nudo de la corbata-. ¿No se da
cuenta de que es muy feo andar robando los zapatos a la gente?
-¿Qué quiere que le
diga? -protestó-. Estoy de acuerdo con usted. No es nada de bonito andar
robando los zapatos a la gente. ¿Quiere saber qué pienso de los que roban
zapatos? ¡Que son ladrones! ¿Quiere saber qué más pienso? (Vamos a ser felices,
eso es lo que pienso. Nos bajaremos en el terminal. Para entonces habré
investigado tu cuerpo y tu ascendencia. ¿Sabes lo que vamos a hacer con el
dinero de la pensión? Entraremos a un bazar a comprar un tocadiscos y yo estaré
detrás tuyo besándote el pelo mientras seleccionas tu música, cualquiera,
cualquiera música estará bien, y te haré sentir mi calor soplándote las orejas
cuando estés considerando los ritmos y te rozaré casualmente los senos y no
necesitaré disculparme pues tú ya habrás abierto por lo menos una vez mi
camisa. ¿Quieres saber lo que pienso? Aplastaré mi nariz contra tu ombligo,
giraré con ella como un torniquete sobre todo tu cuerpo, echaré al abismo un
siglo de mi tiempo y olfateándole te bautizaré con los mejores nombres cuando
nos duchemos, en el baño rosado del hotel mañana por la mañana y nos
despertemos con las gargantas cascadas y la boca seca y salgamos semivestidos
al balcón a estudiarnos a la luz del día. ¿Qué quieres que haga con tu zapato
ahora? ¿Sabes lo que haré? Me lo comeré ante tus ojos en señal de amor.)
-No -dijo la
muchacha-. No me interesa saber qué más piensa. Como usted anda con sus dos
zapatos y no se va a resfriar, se aprovecha para burlarse.
Entonces el
joven, humillado en su hombría porque hacían de su amor cosa de virus y floras
microbianas, se levantó y le dejó caer a su lado en señal de abatimiento, y,
tras un segundo de meditación, acercó su cara a la oreja izquierda de ella, y
alguien podría decir que la besó.
Comprendo -le
rezó.
Se agachó y
desatando los cordones de uno de sus zapatos se lo arrancó y se lo ofreció sin
una mueca en el rostro.
La joven cogió el
zapato y pasó la mano sobre su superficie, tan levemente, que el joven logró
advertir que lo estaba acariciando.
-Voy a abrirme el
pecho algún día y te haré que me aprietes el corazón con tus manos -rugió en
español.
La muchacha
consideró los sonidos de la frase -con cautela, sonrió, sin comprender, quedó
seria, pasó la mano por dentro del calzado, sonrió, puso el zapato a la altura
de un ojo, y metió el dedo índice en un inmenso agujero, y luego lo apartó y
miró -al joven a través de la suela rota.
"Ya está -se
dijo-. Le pasé el zapato roto, mi puta suerte. Ahora estará pensando que soy un
vago -o un vendedor ambulante, mi puta suerte."
Se aproximó aun
más a la muchacha, y tomándola de los hombros comenzó a sacudirla mientras le
iba hablando en su lengua natal, implorando a todos los dioses que ella
entendiera.
No me mires así
pensando que estoy loco -le dijo-. Antes de que pienses cualquier cosa de mí,
déjame que te lleve a mi pieza. Que los ángeles permitan que te tenga, un año
conmigo, y después piensa lo que quieras, y destrúyeme y búrlate y acuéstate
con otro en mi cama si te fallo, pero dame la chance de deslumbrarte déjame
mostrarte todo lo que es capaz de ser y de soñar un animal cualquiera con
hambre y sin ambiciones; seré capaz de decírtelo en tu lengua cuando estés
preparada para oírlo. No pienses nada de mí ahora. Sé pura, sé inteligente;
entíbiate sin palabras; haz un esfuerzo para no diseccionarme y archivarme tan
luego; haz que te contengas mientras este silencio me crece y cobra forma,
porque entonces sí seré indestructible o ya no me importará que me destruyas.
Y entonces, como si un
montón de ángeles benevolentes hubiesen oído la oración, y hubiesen llenado con
su presencia el carro, la muchacha apoyó la cabeza contra el respaldo de madera
del banco, y el joven se echó sobre ella y la besó y la mordió en los labios, y
le acarició por sobre el vestido los senos, y ella posó sus brazos sobre el
cuello de él, y esos brazos húmedos le estaban ahora cobijando, y si su boca
hablara, diría casa, diría amante, diría desayuno decente a las siete de la
mañana, diría una carcajada de cuando en cuando, y el olor de tu pelo y tu
cuerpo, olor de tu cuerpo en cuyas entrañas finalizaba la ruta donde nacía el
ámbito en que su sueño de muchacho chileno reposaría. quedo después de haberse
gastado y desintegrado entre las tabernas de Nueva York limpiando los restos de
comida sobre las mesas y los pisos embaldosados, trabajando por unos centavos
con que comprar el derecho de matar cucarachas en la piezucha del hotel y
poseer un lecho para tenderse y clavar los ojos en la pared y hundir las uñas
en el colchón y vomitar la soledad nuestra de cada día en una palangana celeste
sobre el armario, y arrendar un pedazo de madera donde posar el trasero, doblar
las piernas, y contemplarse los pies inflados, caldeados al rojo de tanto
probar los asfaltos de la ciudad más grande del mundo, amén, como decían en esa
obra que había visto en el Central Park; sin tener a alguien a quien comprarle
un disco de Lucho Gatica, en una de las tiendas sembradas de neones de la calle
Cuarenta y Dos y ofrendárselo en su cumpleaños, y estar siempre así, carente
del vocabulario preciso para profanar el silencio que como una peste se le
inflaba en el cuerpo, sin haber cultivado la potencia de su voz lo suficiente
para protestarle al ángel que ya no se acordara de él, para reprocharle haberse
quedado atrás dilapidando su propia suerte, su única estrella, entre el mar y
las montañas, en un instante de su tiempo en que la fuerza y la alegría se le
habían perdido en los límites de las palabras, sin que nadie, ni siquiera el
ángel se lo anunciara, y ahora estaba allí, envalentonado por dos cervezas en
el cuerpo que ya no podían llevarlo más adelante, y el tren subterráneo, el
tren gusano, el tren templo, el tren muerte, el tren holocausto, estaba a punto
de llegar al terminal, y él, el muchacho con el zapato en la mano derecha tras
de su espalda, oyó otra vez a la joven pedirle su calzado, y mientras simulaba
leer un cartón comercial, trataba de torcer su español en un inglés tibio,
profundo, que le permitiera entregarle uno de sus zapatos en señal de nupcias.
El cuento me gustó. El manejo del lenguaje es interesante, por un lado es sencillo, y por otro, también hace uso de la vulgaridad, cuando menciona a su “puta suerte”. El relato es muy descriptivo, apegándose a la cotidianeidad logra crear una atmósfera de erotismo sutil y humorismo.
ResponderEliminarMe gustó mucho este cuento. Lo que más me agrada de él es ese encadenamiento de un pensamiento con otro y cómo se logra plasmar en el escrito; me atrevería a decir que pocos pueden hacer parecer tan natural este proceso. Skármeta, un grande.
ResponderEliminarEs un cuento muy atractivo, seductor, romántico y se puede decir que irónico puesto que al final da la impresión que nada sucedió y la forma en la que tomó el robo de un zapato para utilizarlo de hilo conductor a lo largo de la historia. Un cuento de mi total agrado, es muy descriptivo ya que me pude imaginar cada escena y sentir las emociones de ambos personajes, por un lado las de él como frustración y las de ella siendo ésta la impaciencia. Un cuento delicioso.
ResponderEliminarEl cuento fue de mi agrado, me pareció muy descriptivo, lo que mas me agrado fue el suceso con el que se inicia la historia ya que me pareció un poco cómico pero conforme se va desarrollando cambia por completo el tomo y el final fue perfecto te deja pensando si solo fue el un pensamiento o la planeación de lo que se proponía hacer.
ResponderEliminarEste cuento es interesante, me agrada como maneja el lenguaje y como describe los sucesos, también el final del cuento me agrado.
ResponderEliminarEl cuento me ha gustado muchísimo. El principio es muy divertido y te mantiene a la expectativa. Aunque se mezclan pensamientos con lo dicho,es fácil de leer, muy agradable. Me parece un cuento muy sensorial, las descripciones lo hacen así, realmente bello.
ResponderEliminarEl cuento me gustó bastante, la mezcla de lo sensual con la ironía del final fueron de mi agrado. El lenguaje me parece acertado, las descripciones son muy gráficas, la trama te mantiene interesado en la lectura y su final es inesperado. Me ha encantado.
ResponderEliminarMe parece un cuento muy divertido, la interacción del pensamiento del hombre y la narracion me parecen unicas, me gusto bastante.
ResponderEliminarMe divertio, el tema de los sapatos, la fluides que utiliza el narrador, tambien como utiliza los pensamientos y los dialogos, te hace pensar que uno es otro, si piensa parece que lo dice a la muchacha.
ResponderEliminarEl uso tan marcado de la descripción hace de este cuento algo verdaderamente llamativo, algo que logra llevar al lector a una atmósfera distinta; el hecho de que logre captar la atención, del que lo lee, es lo que defitivamente hace que se resalte. Además si le agregamos ese toque de comedia y sensualidad que se carga, terminamos con un escrito que es capaz de diferenciarse de los que hemos visto anteriormente.
ResponderEliminarEl cuento es muy peculiar, agradable al momento de leerlo, me gusta :)
ResponderEliminarLa trama del cuento te atrapa. Me gustó, creo que el lenguaje que emplea es acertado y va con el ambiente de la historia. Hay una gran carga de sensualidad, romanticismo e ironía, además de que es muy descriptivo.
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